jueves, 3 de abril de 2014

Poema recordado por la abuela: ROSAS BLANCAS

        



ROSAS BLANCAS

No cortes, niña, aquellas blancas rosas,
que si del tronco sin piedad las quitas,
tanto como hoy hermosas,
mañana, niña, las verás marchitas.

Cuídalas con empeño,
como cuida tu madre tu existencia,
como cuidan los angeles tus sueños,
tus sueños de inocencia...

Son ellas una imágen de la vida;
cada nueva ilusión desvanecida
es una rosa blanca
que  de nuestra alma el infortunio arranca.

(Josué Carducci.)

domingo, 30 de marzo de 2014

Versos de niños: La casa de mis muñecas




LA CASA DE MIS MUÑECAS

Mi casita de muñecas
parece una enfermería
¡Qué racha de enfermedades!
¡Cuànto gastar en botica!

Marilú tiene las piernas
cortadas por las rodillas.
El torpe de mi hermanito
no ve por donde patina...
y ayer...¡qué cosa más triste!:
la pisó a la pobrecita.

Dora, la de los ojos celestes
y,de melena retinta
-la melena, que era gloria
y orgullo de su mamita,
cayó en las garras del gato
mientras yo esta dormida,
y le dejó la cabeza
como una bocha, al mandinga.

Florcita.. Yo no me explico
lo que pasó con Florcita,
La puse ayer de mañana
debajo de la canilla,-
porque no es propio que tenga
la cara sucia una niña,
y estaba,de chocolate,
la pobre,que daba risa,
le dí jabón y cepillo,
la enjuagué con agua tibia...
Y estoy temiendo que el baño
le sentó mal a Florcita.

Perdió el brillo de los ojos,
el carmín de las mejillas...
Y aunque la metí en la cama,
con porrón y abrigadita,
sigue mi pobre muñeca
tristona y descolorida.

¡Las hijas!, ¡ ay,que trabajo,
Señor,que nos dan las hijas!
 ---------
(Alberto Larrán de Vere.)


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domingo, 16 de marzo de 2014

Cuento para niños que enseña buena educación: "Los dos conjuros"







Había una vez un rey que daba risa. Parecía casi de mentira, porque por mucho que dijera "haced esto" o "haced lo otro", nadie le obedecía. Y como además era un rey pacífico y justo que no quería ni castigar ni encerrar a nadie en la cárcel, resultó que no tenía nada de autoridad, y por eso dio a un gran mago el extraño encargo de conseguir una poción para que le obedecieran.
El anciano, el más sabio de los hombres del reino, inventó mil hechizos y otras tantas pociones; y aunque obtuvo resultados tan interesantes como un caracol luchador o una hormiga bailarina , no consiguió encontrar la forma de que nadie obedeciera al rey. Se enteró del problema un joven, que se presentó rápido en palacio, enviando a decir al rey que él tenía la solución.
El rey apareció al momento, ilusionado, y el recién llegado le entregó dos pequeños trozos de pergamino, escritos con una increíble tinta de muchos colores. 



- Estos son los conjuros que he preparado para usted, alteza. Utilizad el primero antes de decir aquello que queráis que vuestro súbditos hagan, y el segundo cuando lo hayan terminado, de forma que una sonrisa os indique que siguen bajo vuestro poder. Hacedlo así, y el conjuro durará para siempre.
Todos estaban intrigados esperando oir los conjuros, el rey el que más. Antes de utilizarlos, los leyó varias veces para sí mismo, tratando de memorizarlos. Y entonces dijo, dirigiéndose a un sirviente que pasaba llevando un gran pavo entre sus brazos:
- Por favor, Apolonio, ven aquí y déjame ver ese estupendo pavo.
El bueno de Apolonio, sorprendido por la amabilidad del rey, a quien jamás había oído decir "por favor", se acercó, dejando al rey y a cuantos allí estaban sorprendidos de la eficacia del primer conjuro. El rey, tras mirar el pavo con poco interés, dijo:
- Gracias, Apolonio, puedes retirarte. 
Y el sirviente se alejó sonriendo. ¡Había funcionado! y además, ¡Apolonio seguía bajo su poder, tal y como había dicho el extraño!. El rey, agradecido, colmó al joven de riquezas, y éste decidió seguir su viaje.
Antes de marcharse, el anciano mago del reino se le acercó, preguntándole dónde había obtenido tan extraordinarios poderes mágicos, rogándole que los compartiera con él. Y el joven, que no era más que un inteligente profesor, le contó la verdad:
- Mi magia no reside en esos pergaminos sin valor que escribí al llegar aquí. La saqué de la escuela cuando era niño, cuando mi maestro repetía constantemente que educadamente y de buenas maneras, se podía conseguir todo. Y tenía razón. Tu buen rey sólo necesitaba buenos modales y algo de educación para conseguir todas las cosas justas que quería.
Y comprendiendo que tenía razón, aquella misma noche el mago se deshizo de todos sus aparatos y cachivaches mágicos, y los cambió por un buen libro de buenos modales, dispuesto a seguir educando a su brusco rey.

Autor..
Tomado de: Cuentos para dormir

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