jueves, 11 de diciembre de 2014

Hermoso cuento de abuelos: Las arrugas




Era un día soleado de otoño la primera vez que Bárbara se fijó en que el abuelo tenía muchísimas arrugas, no sólo en la cara, sino por todas partes.
- Abuelo, deberías tener la crema de mamá para las arrugas.
El abuelo sonrió, y un montón de arrugas aparecieron en su cara.
- ¿Lo ves? Tienes demasiadas arrugas
- Ya lo sé Bárbara. Es que soy un poco viejo... Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí.
A Bárbara se le abrieron los ojos como si hubiera descubierto un tesoro, y así los mantuvo mientras el abuelo le enseñaba la arruga en la que guardaba el día que aprendió que era mejor perdonar que guardar rencor, o aquella otra que decía que escuchar era mejor que hablar, esa otra enorme que mostraba que es más importante dar que recibir o una muy escondida que decía que no había nada mejor que pasar el tiempo con los niños...
Desde aquel día, a Bárbara su abuelo le parecía cada día más guapo, y con cada arruga que aparecía en su rostro, la niña acudía corriendo para ver qué nueva lección había aprendido. Hasta que en una de aquellas charlas, fue su abuelo quien descubrió una pequeña arruga en el cuello de la niña:
- ¿Y tú? ¿Qué lección guardas ahí?
Bárbara se quedó pensando un momento. Luego sonrió y dijo
- Que no importa lo viejito que llegues a ser abuelo, porque.... ¡te quiero!


 
Tomado de Cuentosparadormir.com

martes, 25 de noviembre de 2014

Poema La abuelita





LA ABUELITA

Aunque parece en su sillón dormida,
la abuela está evocando suavemente
los lejanos recuerdos de su vida.
¡Oh, cómo la contempla enamorada,
(mientras apoya la cabeza blanca
en la nudosa mano fatigada)
la nieta!, y se aproxima, observa franca,
y risueña; después, con dulce acento
del amoroso visionar la arranca:
¿ Hoy no me dices abuelita un cuento?
La abuela piensa. Pasa en la memoria
un cuento, y otro cuento, y otro cuento.
Refiere Barba Azul, sigue la historia
de Alí Babá; desfila el atrevido
Pulgarcito soñando con la gloria...
Las diez canta el reloj. Mezcla el tañido
en el relato  su melancolía.
La nieta, poco a poco, se ha dormido...
y la abuelita cuenta todavía.

( Por E. Turini.)

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ricos tallarines de pollo receta de la abuela


 Yo preparo los tallarines de pollo en forma rápida y me quedan muy bien, utilizo lo siguiente:



2 piernas de pollo con su respectivo encuentro
3 tomates bien maduros
1 cebolla grande
3 dientes de ajo
pimienta, comino, hongos y laurel
 queso parmesano


Preparación:

Divido las piernas en dos ( la pierna y el muslo) , le pongo un poquito de sal pimienta y comino.
En una sartén  pongo un poco de aceite y los doro un poco, los saco de la sartén. Licúo los tres tomates sacandoles las pepitas , luego pico una cebolla bien grande a  pedacitos. Pongo aceite en la sartén y frío la cebolla con los ajos un ratito luego pongo el tomate licuado, sal ,hongos y laurel, que fria un ratito  luego pongo el pollo que cocine en esa salsa unos 10 minutos cuando ya está listo los envuelvo con los fideos que deben estar cocidos 10 minutos en agua con un poquito de sal. Los escurro y los mezclo con el pollo . Esta receta es muy fácil y rica, pero el secreto para que queden bien ricos es que los tomates deben estar bien maduros, Los tallarines se sirven con su quesito parmesano encima y a comer.....


lunes, 17 de noviembre de 2014

Poema contado por la abuela para niños





MIS DEDITOS

Son mis deditos,
mírelos, mírelos
cinco hermanitos
siempre juntitos,
mírelos, mirelos.

De mi mano los deditos,
los deditos, cinco son,
mírelos,cuéntelos:
el índice, el anular,
el mayor o corazón,
el meñique y el pulgar

Cuentelos , cuéntelos,
cinco son, cinco son.
El mayor mandó a meñique
a que comprara un huevito,
y meñique lo compró.
Mírelo.

Este le puso la sal,
este lo  cocinó
mírelo,
el pícaro gordo se lo comió
y el pobrecito meñique
ni siquiera lo probó.
¡Qué dolor!, ¡qué dolor!


(Por Hilario Sanz )


(tomado de http://www.camino-latino.com/)

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Chistes de Navidad de la abuela





 El maestro:
Juan define la palabra claustrofobia
Juan: La definición es : Miedo a Santa Claus

ManueL : ¿Qué le vas a dar a tu hermano pequeño para la Navidad este año?
Jose: No lo he decidido todavía.
Manuel: ¿Qué le diste el año pasado?
Jose: El sarampión

Juan: Cuál es el mejor momento para que Santa Claus baje por la chimenea
Jose: A cualquier hora

¿De que se le acusa al reo?
De hacer las compras de Navidad con anticipación.
¡Ey! Pero eso no es un delito!
¿Con que anticipación las hizo?
¡Ah! antes de que se abriera la tienda!

¿Que marca de carro lleva Papa Noel?
Un Renol....

lunes, 27 de octubre de 2014

Poema El gato





EL GATO

No hay como el gato
de mi casita,
¡ vaya unos ojos, 
y una colita!

Cuando estoy triste
mira y me llama
y de un saltito 
sube a mi cama.

Besa mi cara,
lame mis cejas,
y un runrún manso
da a mis orejas.

Cuando oye ruidos
por los rincones,
es el Herodes
de los ratones.

Lee en mi libro,
como en mi plato,
no me abandona
ni un solo rato

No hay como el gato
de mi casita
¡vaya unos ojos
y una colita!

(Teodoro Palacios)

lunes, 6 de octubre de 2014

Adivinanzas de la abuela



Adivinanzas para niños curiosos


Pienso y de pensar me vuelvo loca: qué parentezco me toca con la suegra de la mujer de mi hermano:

Respuesta: (mi mamá)


Pregunta: Si  tienes 30 calcetines blancos, 22 calcetines negros y 14 calcetines azules esparcidos por el suelo en la oscuridad, ¿cuántas tendrías que tomar para conseguir un par a juego?

Respuesta: Una vez que agarras 4  sin duda tendrá 2 del mismo color.
 
Si tiene dos gemelos, trillizos y cuatrillizos ; cuántas personas tienes? 
Respuesta: 9. Dos gemelos son 2 personas, tres trillizos son 3 personas, y cuatro cuatrillizos son 4 personas. 2 + 3 + 4 = 9.

sábado, 4 de octubre de 2014

Cuento para niños: Ricitos de oro


Una tarde  Ricitos de Oro fue  al bosque y se puso a recoger flores. Cerca de allí había una cabaña muy linda, y como Ricitos de Oro era una niña muy curiosa, se acercó paso a paso hasta la puerta de la casita. Y empujó.
La puerta estaba abierta. Y vió una mesa.
Encima de la mesa había tres tazones con leche y miel. Uno, grande; otro, mediano; y otro, pequeñito. Ricitos de Oro tenía hambre y probó la leche del tazón mayor.
- ¡Uf! ¡Está muy caliente!
Luego probó del tazón mediano.
- ¡Uf! ¡Está muy caliente!
Después probó del tazón pequeñito y le supo tan rica que se la tomó toda, toda.
Había también en la casita tres sillas azules: una silla era grande, otra silla era mediana y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla grande, pero ésta era muy alta. Luego fue a sentarse en la silla mediana, pero era muy ancha. Entonces se sentó en la silla pequeña, pero se dejó caer con tanta fuerza que la rompió.
Entró en un cuarto que tenía tres camas. Una era grande; otra era mediana; y otra, pequeñita.
La niña se acostó en la cama grande, pero la encontró muy dura. Luego se acostó en la cama mediana, pero también le pereció dura.
Después se acostó en la cama pequeña. Y ésta la encontró tan de su gusto, que Ricitos de Oro se quedó dormida.
Estando dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita, que era una familia de Osos, y venían de dar su diario paseo por el bosque mientras se enfriaba la leche.
Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre. Otro era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro era un Osito pequeño y usaba gorrito: un gorrito pequeñín. El Oso grande gritó muy fuerte:
-¡Alguien ha probado mi leche!
El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte:
-¡Alguien ha probado mi leche!
El Osito pequeño dijo llorando y con voz suave:
-¡Se han tomado toda mi leche!
Los tres Osos se miraron unos a otros y no sabían qué pensar. Pero el Osito pequeño lloraba tanto que su papá quiso distraerle. Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso, porque ahora iban a sentarse en las tres sillitas de color azul que tenían, una para cada uno.
Se levantaron de la mesa y fueron a la salita donde estaban las sillas.
¿Que ocurrió entonces?
El Oso grande grito muy fuerte:
-¡Alguien ha tocado mi silla!
El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte:
-¡Alguien ha tocado mi silla!
El Osito pequeño dijo llorando con voz suave:
-¡Se han sentado en mi silla y la han roto!
Siguieron buscando por la casa y entraron en el cuarto de dormir. El Oso grande dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama!
El Oso mediano dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Al mirar la cama pequeñita, vieron en ella a Ricitos de Oro, y el Osito pequeño dijo:
-¡Alguien está durmiendo en mi cama!
Se despertó entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan enfadados, se asustó tanto que dio un brinco y salió de la cama.
Como estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella Ricitos de Oro, y corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa.


Este cuento plantea un situación que puede aprovecharse a nivel educativo para mostrar a los niños la importancia del respeto a las cosas de los demás y a su intimidad


Autor:

Robert Southey

Autor:

Robert Southey

Autor:

Robert Southey

lunes, 15 de septiembre de 2014

Juegos antiguos que entretienen a los niños





Hay muchos juegos antiguos que si no se los enseñamos a los niños ahora y que tanto  estretuviero a  nuestros hijos cuando eran pequeños se perderán para siempre.  En esta época actual  se ve a los niños solo con los juegos modernos que hay en la computadora y con otros aparatos electrónicos que ni se sus nombres.
Antes era todo diferente , las niñas jugaban a la casita con sus muñecas, hacian sus casas y las adornaban como si fueran de verdad, alli vivian con sus muñecas y se visitaban con otras niñas que tambien hacian sus casitas. Otro juego que se ha ido perdiendo con el tiempo son los yases,  cómo se jugaba entonces, era uno de los juegos predilectos, ahora quise jugar con mis nietos y se aburriron enseguida. Otro  juego que habia era Pin pin San Agustin que consistía en sentar a los niños en hilera y con la mano tocar cada rodilla y decir: pin pin , San Agustin el hijo del rey pasó  por aca comiendo maní  a todos les dió menos a mi, la gallina pupujada puso huevos en la ramada puso uno, dos, tres etc.  para que salgas tú, y la piernas se iban doblando hasta que se quedaba alguien con una y era el que ganaba el juego  .¡ Juegos sencillos pero como entretenían!.


 Otro juego que hemos jugado siempre era el mundo un juego muy entretenido.Y así muchos juegos que poco a poco se han ido olvidando. Es una pena,
Yo no estoy en desacuerdo con el modernismo pero siento nostalgia por los tiempos antiguos donde todo era mas siemple y no había tanta maldad.

viernes, 8 de agosto de 2014

Una historia de la abuela cariñosa






Habia una vez una abuela que quería con locura a sus  nietos, eran nueve en total. Pero la tristeza que tenía la abuela es que los 9 no estaban con ella porque 5 de ellos vivían en el extranjero y ella no los podía ver sino de vez en cuando.
Cada uno tenia una manera de ser distinta, unos eran cariñosos, otros un poco  mas reservados pero de todas formas los quería igual a todos.
Un día recibió la noticia  que dos de ellos iban a venir a verla, la  abuela no sabía que hacer de tanta alegría, y quiso que los viajeros lo pasaran lo mejor posible .
Quería darles una sorpresa, decidió hacerles con sus propias manos algún regalito que les pudiera ser útil así que se le ocurrió confeccionarles unos juegos de sábanas que con todo esmero y prolijidad las hizo. Pero para esto no todo fue tan facil porque en pleno trabajo se le malogró la máquina de coser  y perdió tiempo en arreglarla y los días se acortaban en cuanto a la visita de sus nietos. Pero trabajando día y noche logró confeccionar  los juegos de sábanas que había planeado regalárselas a sus nietos.
Cuando ellos llegaron, a la abuelita se le paró el corazón por un momento de la alegría de verlos, ¡ como habían crecido! Estaban lindos y cariñosos, y cuando la abuelita los llevó a casa lo primero que hizo fue darles el regalo que con tanto esfuerzo había confeccionado. Ellos se lo agradecieron con un beso y les gustó mucho el regalo.
La abuelita pasó unos días maravillosos con sus nietos que no se le olvidarán jamás.
¡ Pero esto no es un cuento  ha sido una realidad !.

jueves, 31 de julio de 2014

Cuento para niños : El castigo mas tonto


                        
                                                     



                                                 EL CASTIGO MAS TONTO

Hubo una vez un rey que quedó huérfano siendo niño y creció rodeado de consejeros y militares que hicieron de él un rey poderoso y sabio, pero insensible. Por eso se cansaba cuando la gente hablaba con pasión de sus madres. Y a tal punto llegó su enfado que decidió darles todo el poder.
- Pues si tan buenas son las madres en todo, que gobiernen ellas. A ver cómo lo hacen.
La noticia fue recibida con gran alegría por todo el mundo, pero resultó ser un fracaso rotundo. Las cosas iban tan mal que el rey tuvo que recobrar el mando al poco tiempo. Y cuando pidió a sus consejeros que averiguasen qué había fallado, estos concluyeron que las madres siempre habían dado más importancia a los problemas de sus propios hijos que a los del reino. Y así, llegaban tarde a importantes reuniones cuando sus hijos estaban enfermos, aplazaban los juicios para acudir a recogerlos al colegio, y mil cosas más.
Al oírlo, el rey se puso tan furioso que castigó con el destierro a todas las madres del reino.
- La que quiera seguir haciendo de madre, que se vaya.Y no se quedó ni una.
Poco después, a pesar de su vuelta al gobierno, el reino iba aún peor. Preguntó de nuevo a sus consejeros y estos, tras estudiar el asunto, respondieron:
- La falta de madres ha creado un enorme problema de nutrición que está hundiendo al reino. Eran ellas las que hacían la comida.
- De acuerdo. Contratad un ejército de cocineros - dijo el rey.
Pero tras contratar miles de cocineros, las cosas no mejoraron. Esta vez los sabios encontraron una nueva razón para el desastre:
- La falta de madres ha creado un enorme problema de higiene que está hundiendo al reino. Eran ellas las que limpiaban.
No hay problema ¡Contratad un ejército de mayordomos! - respondió el rey, muy irritado.
Pero tras contratar a los mayordomos, las cosas siguieron igual. Una vez más los sabios creyeron encontrar la causa:
- La falta de madres ha creado un enorme problema de salud que está hundiendo al reino. Eran ellas las que curaban las pequeñas heridas y ahora todas se infectan y se vuelven graves.
¡¡Pues contratad un ejército de enfermeros!! - gritó furioso el rey.
Pero los miles de enfermeros contratados no mejoraron nada. Y tampoco los economistas, sastres o decoradores. Ni siquiera el descubrimiento de grandes minas de oro que permitieron al rey contratar cuantas personas quiso. No encontraba la forma de sustituir totalmente a las madres.
Hasta que un día, mientras paseaba, vio discutir a unos niños. Los había visto jugar mil veces como amigos, pero ahora discutían con tanta ira y desprecio que el rey se acercó para calmarlos.
- Tranquilos, chicos. Los amigos deben tratarse con más cariño ¿Es que por una sola pelea vais a dejar de quereros?
Los niños, avergonzados, detuvieron la pelea y se marcharon cabizbajos. Mientras se alejaban, el rey les oyó susurrar.
- Oye, ¿tú sabes qué es eso de quererse? - dijo uno.
- Sí, claro, es un invento muy moderno de un amigo de mi abuelo - respondió el otro haciéndose el experto - Nos lo enseñarán en la escuela dentro de un par de años.
El rey lo comprendió todo en un instante. Ahí estaban todos los problemas del reino: ¡nadie estaba enseñando a los niños lo que eran el amor y el cariño! Entonces pensó en quién contratar para hacer esa labor, pero no encontró a nadie: era algo que siempre habían enseñado las madres, y en eso nadie podría sustituirlas.
Y arrepentido por su injusticia y dureza de corazón, mandó buscar y contratar a todas las madres que había expulsado, pagándoles un altísimo salario solo por hacer de madres. Y en poco tiempo el reino resolvió sus problemas y superó ampliamente su antigua prosperidad.
Pero algunos tampoco tardaron tiempo en protestar al rey por estar pagando un salario a quienes harían gratis su trabajo de madres. Y el rey, para refrescarles a todos la memoria, decidió retirar su rostro de todas las monedas del reino, y sustituirlo por la imagen de una madre con su hijo, y una inscripción que decía:
“Ni este ni ningún reino serían nada sin el amor de sus madres.”

Pedro Pablo Sacristan

jueves, 24 de julio de 2014

Poema para niños:" El congreso de los ratones"






EL CONGRESO DE LOS RATONES

Juntáronse los ratones
para liberarse del gato,
y, después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle el cascabel;
que andando el gato con él
guardarse mejor podrían.
-¡ Pensamiento agudo a fe!
dijo un ratón literato,
fingiendo cojear de un pie:
¡A ver, señores!, ¿qiuién le
pone el cascabel al gato?

( Por Lope de Vega)

domingo, 20 de julio de 2014

Poema a la Patria

A los niños desde muy pequeños hay que enseñarles a ser patriotas, que amen a su Patria, por eso hemos escogido esta poesía  "Mi Patria."




MI PATRIA

Ella fué mi madre
y ella fué mi cuna,
yo tengo una patria
bella cual ninguna.

Son tantas sus gracias
y sus atavíos
que para ceñirla
son mares, son ríos.

Reclina sus sienes
sobre las montañas
arcas de sus glorias
y de sus hazañas.

Madre cariñosa,
no guarda rencores,
tiene una bandera
tejida de flores.

Patria idolatrada
bella cual ninguna, 
tú serás mi tumba
pues fuiste mi cuna.

(Teodoro Palacios)

lunes, 14 de julio de 2014

Canciones de cuna





CANCIONES DE CUNA

Este nene es una rosa
este nene es un clavel
este nene es un espejo
su mamá se mira en él

A dormir van las rosas
de los rosales
y a dormir va mi niño
porque ya es tarde.

Duérmete, nenito
que voy a contar
las mariposas
que hay en mi rosal.

Este nene lindo
que nació de noche
quiere que le lleven
a pasear en coche.

Mi niño bonito
se quiere dormir
cierrra los ojitos
y los vuelve a abrir

(Autor anónimo)

lunes, 7 de julio de 2014

Poema antiguo para niños LA INTENCION





LA INTENCION

El cura, en la confesión
al avaro don Senén,
le dijo: "Para obrar bien
basta, a veces la intención".
Y el hombre, que no es un zote,
sino un tuno sin conciencia,
sigue con tal obediencia
lo que dijo el sacerdote,
que exclama con alegría
y de mansedumbre lleno:
-" Yo hago intención de ser bueno
todas las horas del día.
No soy un malvado ¡no!
Y pues la intención se gasta
nadie en limosnas se gasta
lo que estoy gastando yo".
Y es verdad. Como le pida
limosna algún pobrecillio,
se echa la mano al bolsillo
y saca un peso en seguida.
Y luego, sin vacilar,
y casi sin enseñárselo,
hace la intención de dárselo
¡y se lo vuelve a guardar!

(Vital Aza)

sábado, 28 de junio de 2014

Cuento del Flautista de Hamelin



Esta historia sirve para transmitir la honradez y el cumplimiento de palabra un cuento muy bueno  





Había una vez una ciudad rica y próspera  llamada Hamelin, vivian genete honesta  y tranquila hasta que un dia sucedió algo terrible que llamó la atención:
La ciudad de Hamelin siempre había tenido ratas, y bastantes, pero nunca habían sido un peligro, pues los gatos cuidaban de ellas: cazándolas. Pero de pronto, las ratas comenzaron a multiplicarse.
 Una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.
Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, que se hicieron  dueños de la ciudadque hasta los mismos gatos huían asustados.Ante la gravedad de la situación, los alcaldes de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados.Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los alcaldes de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".Y dicho esto, los orondos alcaldes del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico.Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista.Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.




viernes, 20 de junio de 2014

Antiguas poesías para niños

Hay muchas poesías para niños que son unas obras de arte y que han sido hechas por diversos autores de una gran sencibilidad.
Ha continuación les voy a contar dos que me han gustado mucho y que estoy segura que a ustedes también.   La primera se llama:



EL NIDO

Mira el árbol que a los cielos
sus ramas eleva erguido;
en ellas columpia un nido
en que duermen tres polluelos.

Son hijos e un ruiseñor
que en la tarde sosegada,
en la noche, en la alborada,
les canta endechas de amor.

Ellos forman su tesoro
y en el ramaje sombrío 
responde a su pío, pío,
cual diciendo:_ Los adoro.

Quien lkos vce se maravilla;
aire y luz les da el espacio
y viven en un palacio
de esparto, plumón y arcilla.

Un rapazuelo atrevido,
destructor, inquieto y malo
ató una escarpia en un palo
para derribar el nido.

Ya la alzaba con sus manos
cuando, enternecido pecho
le gritó: - Piensa en el lecho
en que duermen tus hermanos.

Piénsalo un instante y dí:
¿qué hiciera yo, qué esperara,
si un ladrón así matara
a tus hermanos y a tí?

Volvió el rostro con enojos
y halló a su madre el rapaz
que, con tristeza en la faz
y un mar de llanto en los ojos.

-Deja tales desvaríos -
-le dice,- los seres buenos
cuidan los hijos ajenos
como yo cuido  a los mios.

Ese nido es un hogar
no lo rompas, no lo hieras,
sé bueno y deja a las fieras
el vil placer de matar .

(Por Juan de Dios Peza)



LAS GALLINAS

Tengo tres gallinas
de color carbón
todas con pollitos
que son un primor

Van con los pollitos
me pongo a contar
y siempre me sale
la cuenta cabal.

Dos y dos son cuatro,
cuatro y  seis son diez
diez y dos son doce
y once veintitrés

(Autor anónimo)

miércoles, 11 de junio de 2014

martes, 3 de junio de 2014

El cuento para niños de Hansel y Gretel






Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer,   llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer:
- ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda?
- Se me ocurre una cosa -respondió la madrasta .Mañana, de madrugada,  . Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos.
- ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras.
- ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió
-. Pero me dan mucha lástima -decía.
Los dos hermanitos,  oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel:
- ¡Ahora sí que estamos perdidos!
No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, 
Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo.
A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños:
- ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-.
Y, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre:
- Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, pon atención y camina
- Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adios
- Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea.
Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre:
- Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío.
Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer:
- Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.
Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos.
Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo:
- ¿Cómo saldremos del bosque?
Pero Hänsel la consoló:
- Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino.
Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó:
- ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver!
El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado. Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido:
- Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros.
Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: «Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado». Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla:
- No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.
A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo.
- Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas!
- Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós.
- ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea.
Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino. La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo:
- Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos.
A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole:
- Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta.
Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel:
- Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron.
Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.
Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre.
Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar.
- ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es.
Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior: «¿Será acaso la ratita la que roe mi casita?» Pero los niños respondieron: «Es el viento, es el viento que sopla violento». Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos.
Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo:
- Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño.
Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo. La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: «¡Míos son; éstos no se me escapan!».
Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: «¡Serán un buen bocado!». Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole:
- Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré.
Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja. Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía:
- Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo.
Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo:
- Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré.
¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! «¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!».
- ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte.
Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego.
- Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -.
Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas.
- Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja.
Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo:
- No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar?
- ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno.
Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente. Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos!
Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas.
- ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos.
Y dijo Gretel:
- También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería.
- Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -.
A unas dos horas de andar llegaron a un gran río
.
- No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela.
- Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.
Y gritó: «Patito, buen patito mío Hänsel y Gretel han llegado al río. No hay ningún puente por donde pasar; ¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?». Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo.
- No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro.
Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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