jueves, 28 de abril de 2011

Cuento para niños_ El bosque mágico


El bosque mágico
por Andrés Martín Soriano




Había una vez dos hermanas a las que les gustaba mucho disfrutar de la naturaleza y en particular de la montaña. Marta y Paula, eran sus nombres. Vivían con sus padres en la ciudad, aunque tenían una casa en un pequeño pueblo de montaña rodeado por dos inmensos valles llenos de bosques y dónde solían pasar los fines de semana y las vacaciones. Los valles estaban separados por un gran lago al que solían acudir a pasear en una pequeña barca de remos que su papa había construido en sus ratos libres.

Al otro lado de la orilla del Lago vivía un viejo leñador en compañía de un bonito perro pastor y rodeado de los animales del bosque que frecuentemente le visitaban.
El viejo leñador, era un hombre muy alto, con una gran barba blanca y, pese a que su rostro delataba el paso del tiempo, todavía se notaba que había sido un hombre fuerte y vigoroso. Tenía fama de ser una persona solitaria y huraña y con muy mal genio. Muy pocas veces se dejaba ver por el pueblo. Sólo cuando necesitaba comprar comida o materiales para reparar su vieja cabaña. No se relacionaba con nadie.


En alguna ocasión, Marta y Paula habían coincidido con él en la tienda de comestibles y a pesar de su semblante serio y distante, la verdad es que a ellas no les parecía una persona tan rara, más bien les parecía que tenía una mirada entrañable y les recordaba a su abuelito. Pero lo que más fascinaba a Marta y a Paula del viejo leñador era la leyenda que sobre él se había extendido entre los habitantes del pueblo.


Según esta leyenda, el viejo leñador tenía un poder mágico y especial que le permitía hablar con los animales que habitaban el bosque.
Marta y Paula decidieron comprobar con sus propios ojos el poder mágico del viejo leñador y para ello, una mañana mientras sus padres estaban en el pueblo, se subieron a la barca de remos y llegaron al otro lado del lago donde vivía el viejo leñador.


Sin hacer ruido se acercaron hasta la vieja cabaña y detrás de un arbusto decidieron esperar a que los animales se acercaran a la vieja cabaña. Después de esperar un rato, observaron como se acercaban los animales del bosque. Allí estaban las ardillas, los osos, el búho, los ciervos, las cabras. Todos ellos se aproximaban sin ningún temor hasta la vieja cabaña, donde se encontraba sentado en el porche el viejo leñador, que les llamaba para que se acercaran y comieran la comida que les había preparado. Los animales del bosque, mientras comían, saltaban de alegría alrededor del viejo leñador.
Después de comer, el viejo leñador aprovechó para curar la pata herida de un pequeño cervatillo ante la atenta mirada de papá y mamá ciervo. Después, los animales comenzaron a marchar hacia el bosque, no sin antes, agradecer al viejo leñador el estupendo festín que les había preparado, mediante el gruñir característico de cada uno de ellos.
Marta y Paula presenciaron con asombro lo ocurrido, pero quedaron un poco decepcionadas porque comprobaron que los animales no hablaban. Aun así, decidieron acercarse hasta la vieja cabaña. El viejo leñador a verlas, les invitó a sentarse a su lado, ofreciéndoles un poco de naranjada y un pastel de ricas frutas del bosque que el mismo había preparado.
Marta y Paula no pudieron resistir la tentación de comentar al viejo leñador lo que se decía en el pueblo sobre la famosa leyenda. En ese momento, el viejo leñador comenzó a reír y a reír sin parar y sus risas resonaron en todo el bosque. Marta y Paula no entendían nada.
A continuación, el viejo leñador, aún sonriente, le explicó que para comunicarse con los animales no hace falta hablar con ellos, simplemente se trata de respetar sus costumbres, los sitios donde viven, de quererlos y de ayudarlos cuando lo necesitan, porque los animales son más inteligentes de lo que creemos y ellos también entienden a las personas que les tratan con cariño, y transmitir ese cariño y respeto es la mejor forma de comunicarse con ellos, y además eso también ocurre con las personas.
Fue una tarde llena de emociones. Marta y Paula, agradecieron al viejo leñador su hospitalidad y el haber aprendido una buena lección de convivencia y respeto, por lo que prometieron volver todas las tardes para ayudar al viejo leñador a dar de comer a los animales y lo que es más importante a comunicarse con ellos.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado
FIN

Por el dia de la Madre : EL ANGEL DE LOS NIÑOS



Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer, le dijo a Dios:
- Me dicen que me vas a enviar mañana a la Tierra; pero ¿ Cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?
- Entre muchos angeles escogí uno para tí, que te estará esperando: El te cuidará.
-Pero dime: Aquí en el cielo no hago mas que cantar y sonreir, ¡eso basta para ser feliz,!,
-Y como entender que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
-Tu angel te dirá las palabras mas dulces y mas tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.
- Y, que haré cuando quiera hablar contigo?
- Tu angel te juntará las manitos y te enseñarça a orar.
- He oido que en el Tierra hay hombres malos, y quien me defenderá?
-Tu angel te defenderá aún a costa de su propia vida.
-Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor.
-Tu angel te hablará de mi y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia., aunque yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el Cielo pero ya se oían voces terrestres y el niño presuroso, repetia suavemente:
-Dios mío, si ya me voy dime su nombre
-¿Cómo se llama mi angel?
-Su nombre no importa, tú solo le dirás: Mamá.


                       ( Autor: Anónimo)

viernes, 1 de abril de 2011

Cuentos infantiles: Juan sin Miedo


Érase una vez, en una pequeña aldea, un anciano padre con sus dos hijos. El mayor era trabajador y llenaba de alegría y de satisfacción el corazón de su padre, mientras el más joven sólo le daba disgustos. Un día el padre le llamó y le dijo:
- Hijo mío, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin embargo aún no has aprendido ningún oficio que te sirva para ganarte el pan. ¿Qué te gustaría aprender?
Y le contestó Juan:
- Muchas veces oigo relatos que hablan de monstruos, fantasmas,… y al contrario de la gente, no siento miedo. Padre, quiero aprender a sentir miedo.
El padre, enfadado, le gritó:
- Estoy hablando de tu porvenir, y ¿tú quieres aprender a tener miedo? Si es lo que quieres, pues márchate a aprenderlo.
Juan recogió sus cosas, se despidió de su hermano y de su padre, y emprendió su camino.


Cerca de un molino encontró a un sacristán con el que entabló conversación. Se presentó como Juan Sin Miedo.
- ¿Juan Sin Miedo? ¡Extraño nombre! - Se sorprendió el sacristán.
- Verás, nunca he conocido el miedo, he partido de mi casa con la intención de que alguien me pueda mostrar lo que es, - dijo Juan
- Quizá pueda ayudarte: Cuentan que más allá del valle, muy lejos, hay un castillo encantado por un malvado mago. El monarca que allí gobierna ha prometido la mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo.
- Quizá, quizá allí pueda sentir el miedo, se animó Juan.


Juan decidió caminar, vislumbró a lo lejos las torres más altas de un castillo en el que no ondeaban banderas. Se acercó y se dirigió a la residencia del rey. Dos guardias reales cuidaban la puerta principal. Juan se acercó y dijo:
- Soy Juan Sin Miedo, y deseo ver a vuestro Rey. Quizá me permita entrar en su castillo y sentir eso a lo que llaman miedo.
El más fuerte le acompañó al Salón del Trono. El monarca expuso las condiciones que ya habían escuchado otros candidatos: si consigues pasar tres noches seguidas en el castillo, derrotar a los espíritus y devolverme mi tesoro, te concederé la mano de mi amada y bella hija, y la mitad de mi reino como dote.
- Se lo agradezco, su Majestad, pero yo sólo he venido para saber lo que es el miedo, le dijo Juan.
"Qué hombre tan valiente, qué honesto", pensó el rey, "pero ya guardo pocas esperanzas de recuperar mis dominios,...tantos han sido los que lo han intentado hasta ahora..."


Juan sin Miedo se dispuso a pasar la primera noche en el castillo. Le despertó un alarido impresionante.
- ¡Uhhhhhhhhh! Un espectro tenebroso se deslizaba sobre el suelo sin tocarlo.
- ¿Quién eres tú, que te atreves a despertarme? - preguntó Juan.
Un nuevo alarido por respuesta, y Juan Sin Miedo le tapó la boca con una bandeja que adornaba la mesa. El espectro quedó mudo y se deshizo en el aire.


A la mañana siguiente el soberano visitó a Juan Sin Miedo y pensó: "Es sólo una pequeña batalla. Aún quedan dos noches". Pasó el día y se fue el sol. Como la noche anterior, Juan Sin Miedo se disponía a dormir, pero esta vez apareció un fantasma espantoso que lanzó un bramido: ¡Uhhhhhhhhhh! Juan Sin Miedo cogió un hacha que colgaba de la pared, y cortó la cadena que el fantasma arrastraba la bola. Al no estar sujeto, el fantasma se elevó y desapareció.


El rey le visitó al amanecer y pensó: "Nada de esto habrá servido si no repite la hazaña una vez más". Llegó el tercer atardecer, y después, la noche. Juan Sin Miedo ya dormía cuando escuchó acercarse a una momia espeluznante. Y preguntó:
- Dime qué motivo tienes para interrumpir mi sueño.
Como no contestaba, agarró un extremo de la venda y tiró. Retiró todas las vendas y encontró a un mago:
- Mi magia no vale contra ti. Déjame libre y romperé el encantamiento.


La ciudad en pleno se había reunido a las puertas del castillo, y cuando apareció Juan Sin Miedo el soberano dijo: "¡Cumpliré mi promesa!" Pero no acabó aquí la historia: cierto día en que el ahora príncipe dormía, la princesa decidió sorprenderle regalándole una pecera. Pero tropezó al inclinarse, y el contenido, agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan.
- ¡Ahhhhhh! - Exclamó Juan al sentir los peces en su cara - ¡Qué miedo! La princesa reía viendo cómo unos simples peces de colores habían asustado al que permaneció impasible ante espectros y aparecidos: Te guardaré el secreto, dijo la princesa. Y así fue, y aún se le conoce como Juan Sin Miedo.

Un cuento de los hermanos Grimm

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