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martes, 17 de marzo de 2009

Cuento para niños: Nicolasín y Nicolasón de Hans Christian Andersen



Hace un montón de años hubo un pueblo, muy, pero muy pequeño en el que vivían dos hombres que se llamaban Nicolás.

Uno era rico porque tenía 4 caballos y el otro era pobre porque sólo tenía uno. Así que decidieron llamar al rico Nicolasón y al pobre Nicolasín.

Sucedió que uno de los caballos de Nicolasón entró en la huerta de Nicolasín y se comió todos los repollos. Nicolasín se enfadó y le arreó al caballo una patada.

Nicolasón, que tenía un genio endemoniado, se fue a donde estaba el único caballo de Nicolasín y le pegó una pedrada que lo mató.

El pobre Nicolasín le quitó la piel al animal y, después de secarla y curtirla, la metió en un saco y se fue a venderla al mercado. Yendo hacia allí le cogió un aguacero tremendo y, corre que te corre, se fue a refugiar a un pajar que estaba en lo alto de una casita.

Se tumbó en el suelo poniendo bajo su cabeza la piel del pobre caballo y se puso a mirar por unas rendijas que había entre las tablas del suelo.


Desde allí vio que la granjera estaba comiéndose un pollo en compañía de su hermano el cura, y oyó llegar al granjero, que no podía ni ver a su cuñado.


-Hermano, escóndete en este armario, que si te ve mi marido se va a molestar- dijo la granjera.

Mientras, ella metió el pollo al horno.


En eso, apareció el granjero en el pajar, vio a Nicolasín y le invitó a comer a su casa.


El hombre aceptó encantado, pero al ver que la granjera sólo sacaba un plato de sopa, se le ocurrió decir:

En este saco llevo un duende que dice que en el horno hay una comida muy buena..


La mujer no tuvo mas remedio que sacar el pollo y, mientras comían, le preguntó el granjero a Nicolasín:

-¿ Por qué no le dices al duende que nos enseñe al diablo?

Nicolasín dijo algo en la boca del saco y contestó:

- Dice que lo encontraremos vestido de cura, metido en el armario que está al lado del horno.


El granjero abrió el armario, vio a su cuñado y exclamó:

- ¡Es verdad! y además se parece a mi cuñado. Oye, te ofrezco una bolsa de oro por ese duende tuyo, pero debes tirar el armario con el diablo al río.


Iba ya Nicolasín con el armario a cuestas camino del rio, cuando el cura se asomó por la puerta y le suplicó:

- Si me dejas huir te daré otra bolsa de oro.

Nicolasín aceptó encantado y regresó a su pueblo con los bolsillos llenos.

- ¿De dónde has sacado tanto dinero- le preguntó Nicolasón.

- De la venta de la piel del caballo que me mataste.


Nicolasón se lo creyó, mató a sus cuatro caballos y pidió en el mercado dos bolsas de oro por cada piel.

Todo el mundo se burló de él y, lleno de rabia, cogió a Nicolasín, lo metió en un saco y fue a tirarlo al río. Pero por el camino le dio una sed tremenda y entró en una taberna dejando el saco en la puerta.


- ¡Ay! se quejaba Nicolasín dentro del saco- Aún no tengo ganas de ir al cielo.

Yo sí que tengo ganas - dijo un viejo pastor que pasaba por allí.

- Te cambio el puesto.

- Encantado. Pero por favor ocúpate de mis vacas - dijo el anciano.

El Pastor sacó a Nicolasín del saco y se metió él dentro.


Al salir Nicolasón de la taberna, tiró el saco al río. Ya se dirigía a su casa, cuando encontró a Nicolasín con dos hermosas vacas.


Pero hombre, ¿de dónde has sacado esas vacas tan hermosas?

- Del fondo del río. Me parece raro que no sepas que allí hay unos prados estupendos.


Nicolasón que seguía creyen do lo que le decía su vecino y sin acordarse de los cuatro caballos que sacrificó, empezó a ver vacas pastando en los prados debajo del agua, se dirigió al río y se tiró de cabeza con tan mala suerte que cayó en un remolino y... nadie pudo salvarle.

y colorin colorado así termina la historia de Nicolasín el listo y Nicolasón el bruto.


TAGS: cuentos para niños, infantiles, historias, dormir,

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