lunes, 6 de junio de 2011
Adivinanzas para los niños pequeños
Adivinanzas para niños pequeños
¿Qué cosa es…
¿Qué cosa es…
que corre mucho
y no tiene pies?
(El viento)
Y lo es, y lo es
y no me lo adivinas
en un mes.
( El hilo)
Te la digo, te la digo,
te la vuelvo a repetir;
te la digo veinte veces
y no me la sabes decir.
(La tela)
Este banco está ocupado
por un padre y por un hijo.
El padre se llama Juan
el hijo ya te lo he dicho
(Esteban)
Nace en el mar,
muere en el río.
Ese es mi nombre…
¡pues vaya un lío!
(Mario)
Blanco es,
la gallina lo pone,
con aceite se fríe
y con pan se come.
(El huevo)
miércoles, 11 de mayo de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
Cuento para niños_ El bosque mágico
El bosque mágico
por Andrés Martín Soriano
Había una vez dos hermanas a las que les gustaba mucho disfrutar de la naturaleza y en particular de la montaña. Marta y Paula, eran sus nombres. Vivían con sus padres en la ciudad, aunque tenían una casa en un pequeño pueblo de montaña rodeado por dos inmensos valles llenos de bosques y dónde solían pasar los fines de semana y las vacaciones. Los valles estaban separados por un gran lago al que solían acudir a pasear en una pequeña barca de remos que su papa había construido en sus ratos libres.
Al otro lado de la orilla del Lago vivía un viejo leñador en compañía de un bonito perro pastor y rodeado de los animales del bosque que frecuentemente le visitaban.
El viejo leñador, era un hombre muy alto, con una gran barba blanca y, pese a que su rostro delataba el paso del tiempo, todavía se notaba que había sido un hombre fuerte y vigoroso. Tenía fama de ser una persona solitaria y huraña y con muy mal genio. Muy pocas veces se dejaba ver por el pueblo. Sólo cuando necesitaba comprar comida o materiales para reparar su vieja cabaña. No se relacionaba con nadie.
En alguna ocasión, Marta y Paula habían coincidido con él en la tienda de comestibles y a pesar de su semblante serio y distante, la verdad es que a ellas no les parecía una persona tan rara, más bien les parecía que tenía una mirada entrañable y les recordaba a su abuelito. Pero lo que más fascinaba a Marta y a Paula del viejo leñador era la leyenda que sobre él se había extendido entre los habitantes del pueblo.
Según esta leyenda, el viejo leñador tenía un poder mágico y especial que le permitía hablar con los animales que habitaban el bosque.
Marta y Paula decidieron comprobar con sus propios ojos el poder mágico del viejo leñador y para ello, una mañana mientras sus padres estaban en el pueblo, se subieron a la barca de remos y llegaron al otro lado del lago donde vivía el viejo leñador.
Sin hacer ruido se acercaron hasta la vieja cabaña y detrás de un arbusto decidieron esperar a que los animales se acercaran a la vieja cabaña. Después de esperar un rato, observaron como se acercaban los animales del bosque. Allí estaban las ardillas, los osos, el búho, los ciervos, las cabras. Todos ellos se aproximaban sin ningún temor hasta la vieja cabaña, donde se encontraba sentado en el porche el viejo leñador, que les llamaba para que se acercaran y comieran la comida que les había preparado. Los animales del bosque, mientras comían, saltaban de alegría alrededor del viejo leñador.
Después de comer, el viejo leñador aprovechó para curar la pata herida de un pequeño cervatillo ante la atenta mirada de papá y mamá ciervo. Después, los animales comenzaron a marchar hacia el bosque, no sin antes, agradecer al viejo leñador el estupendo festín que les había preparado, mediante el gruñir característico de cada uno de ellos.
Marta y Paula presenciaron con asombro lo ocurrido, pero quedaron un poco decepcionadas porque comprobaron que los animales no hablaban. Aun así, decidieron acercarse hasta la vieja cabaña. El viejo leñador a verlas, les invitó a sentarse a su lado, ofreciéndoles un poco de naranjada y un pastel de ricas frutas del bosque que el mismo había preparado.
Marta y Paula no pudieron resistir la tentación de comentar al viejo leñador lo que se decía en el pueblo sobre la famosa leyenda. En ese momento, el viejo leñador comenzó a reír y a reír sin parar y sus risas resonaron en todo el bosque. Marta y Paula no entendían nada.
A continuación, el viejo leñador, aún sonriente, le explicó que para comunicarse con los animales no hace falta hablar con ellos, simplemente se trata de respetar sus costumbres, los sitios donde viven, de quererlos y de ayudarlos cuando lo necesitan, porque los animales son más inteligentes de lo que creemos y ellos también entienden a las personas que les tratan con cariño, y transmitir ese cariño y respeto es la mejor forma de comunicarse con ellos, y además eso también ocurre con las personas.
Fue una tarde llena de emociones. Marta y Paula, agradecieron al viejo leñador su hospitalidad y el haber aprendido una buena lección de convivencia y respeto, por lo que prometieron volver todas las tardes para ayudar al viejo leñador a dar de comer a los animales y lo que es más importante a comunicarse con ellos.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado
FIN
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