domingo, 16 de marzo de 2014

Cuento para niños que enseña buena educación: "Los dos conjuros"







Había una vez un rey que daba risa. Parecía casi de mentira, porque por mucho que dijera "haced esto" o "haced lo otro", nadie le obedecía. Y como además era un rey pacífico y justo que no quería ni castigar ni encerrar a nadie en la cárcel, resultó que no tenía nada de autoridad, y por eso dio a un gran mago el extraño encargo de conseguir una poción para que le obedecieran.
El anciano, el más sabio de los hombres del reino, inventó mil hechizos y otras tantas pociones; y aunque obtuvo resultados tan interesantes como un caracol luchador o una hormiga bailarina , no consiguió encontrar la forma de que nadie obedeciera al rey. Se enteró del problema un joven, que se presentó rápido en palacio, enviando a decir al rey que él tenía la solución.
El rey apareció al momento, ilusionado, y el recién llegado le entregó dos pequeños trozos de pergamino, escritos con una increíble tinta de muchos colores. 



- Estos son los conjuros que he preparado para usted, alteza. Utilizad el primero antes de decir aquello que queráis que vuestro súbditos hagan, y el segundo cuando lo hayan terminado, de forma que una sonrisa os indique que siguen bajo vuestro poder. Hacedlo así, y el conjuro durará para siempre.
Todos estaban intrigados esperando oir los conjuros, el rey el que más. Antes de utilizarlos, los leyó varias veces para sí mismo, tratando de memorizarlos. Y entonces dijo, dirigiéndose a un sirviente que pasaba llevando un gran pavo entre sus brazos:
- Por favor, Apolonio, ven aquí y déjame ver ese estupendo pavo.
El bueno de Apolonio, sorprendido por la amabilidad del rey, a quien jamás había oído decir "por favor", se acercó, dejando al rey y a cuantos allí estaban sorprendidos de la eficacia del primer conjuro. El rey, tras mirar el pavo con poco interés, dijo:
- Gracias, Apolonio, puedes retirarte. 
Y el sirviente se alejó sonriendo. ¡Había funcionado! y además, ¡Apolonio seguía bajo su poder, tal y como había dicho el extraño!. El rey, agradecido, colmó al joven de riquezas, y éste decidió seguir su viaje.
Antes de marcharse, el anciano mago del reino se le acercó, preguntándole dónde había obtenido tan extraordinarios poderes mágicos, rogándole que los compartiera con él. Y el joven, que no era más que un inteligente profesor, le contó la verdad:
- Mi magia no reside en esos pergaminos sin valor que escribí al llegar aquí. La saqué de la escuela cuando era niño, cuando mi maestro repetía constantemente que educadamente y de buenas maneras, se podía conseguir todo. Y tenía razón. Tu buen rey sólo necesitaba buenos modales y algo de educación para conseguir todas las cosas justas que quería.
Y comprendiendo que tenía razón, aquella misma noche el mago se deshizo de todos sus aparatos y cachivaches mágicos, y los cambió por un buen libro de buenos modales, dispuesto a seguir educando a su brusco rey.

Autor..
Tomado de: Cuentos para dormir

lunes, 17 de febrero de 2014

Verso para niños LA MUÑECA





LA MUÑECA

Tengo una muñeca
vestida de azul
con  zapatos blancos 
y velo de tul

La llevé a pasear
y se me resfrió
la tengo en la cama
con un gran dolor.

Esta mañanita
me dijo el doctor
que le dé jarabe
con un tenedor

2 y 2 son 4
4 y 2 son 6
6 y 2 son 8
y 8 -16
y 8 - 24
 y 8- 32, 
ya verás muñeca 
como te curo yo.

(Anónimo)

domingo, 16 de febrero de 2014

Cuenta la abuela a sus nietos: "EL CIEGO"

La buelita a sus nietos cuenta esta linda poesía que sin querer a sus manos ha llegado y dice asíi:





            EL CIEGO

Mientras el perrillo, echado,
muerde el cordel que le amarra,
templa su bronca guitarra
el ciego desventurado.

Después de luchas prolijas
le arranca infernales notas,
que dos cuerdas tiene rotas 
y gastadas las clavijas.

Distintas músicas son
las del mísero instrumento,
y siempre es el mismo acento
siempre es igual la canción.

Que con famélico afán,
la guitarra vibradora
del ciego en las manos llora
cuando canta y grita: ¡pan!

Vistiendo negros crespones
 llega la noche sombría,
no tan negra ni tan fría
como están los corazones.

Se extingue todo ruido...
Solo en la calle ha quedado,
 y  a su guitarra abrazado
el ciego, al fin se ha dormido.

Si alguno,en su turbación
caminando con torpeza ,
en la guitarra tropieza,
se escucha una vibración;

que a los que vienen y van,
la guitarra, al ser herida,
grita con voz dolorida
rompiendo el silencio:   ¡pan!.

(de José de Velilla)

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