Érase una vez, un hombre sumamente rico, tenía todo cuanto
se puede desear, pero también tenía un defecto, su barba era azul, y esto lo
hacía tan feo que ninguna mujer se le acercabaUna vecina suya tenía dos hermosas hijas, y el caballero
pidió a una en matrimonio, pero permitió que eligiera la que deseara. Como es
natural, ninguna de las muchachas quería, no sólo por su barba, sino porque, el
hombre se había casado varias veces y no se sabía qué había sido de ellas.
Para que entraran en confianza, Barba Azul las invitó junto
a su madre y algunos amigos, a visitar una de sus casas de campo. Estuvieron
ocho días y todo fue paseos y fiestas. Todo resultó de maravilla, tanto, que la
hermana menor comenzó a verlo menos feo y pensó que era un hombre honesto.
Había pasado un mes, cuando Barba Azul dijo a su mujer que
debía salir de viaje por lo menos durante seis semanas, le pidió que se divirtiera
en su ausencia y que invitara a sus amigas y las llevase al campo si deseaba. Y
le entregó las llaves:
- Éstas son las llaves de los guardamuebles; éstas, las de
la vajilla de oro y plata; éstas, las de mis cajas fuertes, donde guardo el oro
y la plata, y ésta, es la llave maestra de todas las habitaciones de la casa.
Pero esta llavecita, es la del gabinete que está en el fondo de la galería del
piso de abajo, puedes abrir todo lo que desees, pero os prohíbo que abráis este
gabinete, de lo contrario, conocerás mi cólera.
La esposa prometió obedecer en todo. El esposo la besó y
partió en su carroza.
Las amigas y vecinas acudieron inmediatamente a la casa,
para curiosear todas sus riquezas, pues no se habían atrevido a visitarla
mientras estaba el marido, por el miedo que les provocaba.
Estaban todas muy entusiasmadas recorriendo las habitaciones
y husmeando entre los guardarropas, los muebles y las joyas, y no paraban de
envidiar a su amiga. Pero ella no se divertía, pues estaba tan intrigada por el
contenido del pequeño gabinete, que no podía esperar ni un minuto más.
Era tan grande la curiosidad, que, olvidándose de las
amigas, bajó por una pequeña escalera, dejando a sus invitadas solas. Al llegar
frente a la puerta se detuvo a reflexionar sobre lo que su marido había dicho,
y sobre las desgracias que podrían ocurrirle si desobedecía. Pero la tentación
pudo más que el sentido común y abrió temblorosa la puerta.
Al entrar no podía ver nada, pues no había ventanas en la
habitación. Caminó unos pasos y tropezó con algo, apenas pudo distinguir de qué
se trataba, la habitación estaba repleta de baúles. Abrió uno y encontró ropa
de mujer en el interior. Comprendió en seguida, que se trataba de los
vestuarios de las mujeres de Barba Azul, pero de ellas no había rastro.
Asustada, abandonó la habitación y volvió a cerrar la puerta, pero la llave
cayó y no pudo encontrarla.
Temblando regresó con sus amigas sin decir palabra. Su
esposo regresaría y sabría que había desobedecido, y ella sufriría el mismo
destino que las demás.
Barba Azul regresó aquella misma noche, pues había recibido
una carta diciendo que se había solucionado el asunto que lo requería. La
muchacha trató de fingir que estaba feliz.
Al día siguiente, cuando el esposo le pidió las llaves, la muchacha
se las entregó temblorosa. Cuando Barba Azul notó que faltaba la llavecita del
gabinete se puso furioso y le dijo:
- Me has desobedecido como las otras, ahora tendrás su mismo
destino. Te encerraré para siempre en la torre de mi casa de campo, aquella en
la que estuvimos. Así aprenderás tu lección.
La esposa lloraba y suplicaba que la perdonara, pero el
esposo tenía el corazón duro como una roca. Atada y amordazada, la llevó hasta
el carruaje y condujo él mismo hasta la casa de campo, donde la encerró en la
torre, tal como lo prometiera. Luego regresó a la ciudad.
La muchacha estaba desolada, la habitación era pequeña y
tenía apenas una ventanita diminuta, por la cual entraba apenas un rayo de luz.
Debía resignarse a terminar allí sus días, a menos que ocurriera un milagro.
Afortunadamente, la hermana de la muchacha había presenciado
cuando el marido se la llevaba por la fuerza y los había seguido a caballo, sin
que Barba Azul lo notara. Regresó a su casa y mandó llamar a sus hermanos que
eran mosqueteros. Contó a los jóvenes lo sucedido, y éstos se encaminaron hasta
la casa de Barba Azul para darle muerte.
Cuando terminaron con Barba Azul, fueron a liberar a su
hermana, que se convirtió en la heredera de todas sus riquezas y las utilizó
para acomodar a toda su familia y para casarse con un joven de buen corazón..
Fuente:Cuentos-infantiles.org