martes, 20 de noviembre de 2012

Un cuadro hecho por la abuela

Este cuadro lo he confeccionado con todo cariño para mi nieta Ana Sofía. Espero le guste.Representa  al cuento "La cucarachita Martina" sentada en la ventana, pero esta vez representado por una osita y le puede servir para decorar su dormitorio






Este es el cuento de la cucarachita Martina


Pues, señor, esta era una cucarachita muy trabajadora y muy limpia que se llamaba Martina. Un día, barriendo en la puerta de su casa, se encontró un centavo.
“¿Qué me compraré? ¿Que me compraré? ¿Me compraré caramelos? ¡Ay, no, no; que me dirán golosa! ¿Me compraré una prenda? ¡Ay, no, no; que me dirán vanidosa!... Me compraré una caja de polvos.”Y la cucarachita se compró polvos de olor y, muy empolvadita, se sentó en la ventana.Y pasó por allí un torito:
—Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!

—Como no soy bonita, te lo agradezco más.

—¿Te quieres casar conmigo?

—A ver, ¿qué haces de noche?

—¡Muuu, muuu!

—¡Ay, no, no; que me asustarás!

Y pasó por allí un perrito:

—Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!

—Como no soy bonita, te lo agradezco más.

—¿Te quieres casar conmigo?

—A ver, ¿qué haces de noche?

—¡Guau, guau, guau!

—¡Ay, no, no; que me asustarás!

Y pasó por allí un gallito:

—Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!

—Como no soy bonita, te lo agradezco más.

—¿Te quieres casar conmigo?

—A ver, ¿qué haces de noche?

—¡ Quiquiriquíii!

—¡Ay, no, no; que me asustarás!

Y pasó por allí un chivito:

—Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!

—Como no soy bonita, te lo agradezco más.

—¿Te quieres casar conmigo?

—A ver, ¿qué haces de noche?

—¡Bee, beeee!

—¡Ay, no, no; que me asustarás!

Ya era muy tarde cuando pasó el ratoncito Pérez:

—Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!

—Como no soy bonita, te lo agradezco más.

—¿Te quieres casar conmigo?

—A ver, ¿qué haces de noche?

—¡Dormir y callar! ¡Dormir y callar!

Y la cucarachita Martina y el ratoncito Pérez se casaron.

Al otro día, la cucarachita, al salir para el mercado, le dijo a su marido:

—Ratoncito Pérez, cuida bien la sopa de la olla. Pero no te la tomes hasta que yo vuelva. Espúmala solo con el cucharón. El ratoncito Pérez era muy goloso y, en seguida que la cucarachita se fue, sintió hambre. Se encaramó en la olla y trató de coger una cebolla doradita que asomaba en el caldo, pero, ¡aaaaay!, se cayó dentro. Cuando volvió la pobre cucarachita Martina, buscó al ratoncito por toda la casa y lo encontró completamente pelado, flotando entre los fideos. Salió la cucarachita a la puerta de la casa, y lloraba desconsolada:


—¡El ratoncito Pérez
se cayó en la olla
por la golosinade la cebolla!

¡Y la cucarachita le canta y lo llora!


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