martes, 23 de febrero de 2010

Cuento Infantil: José, el niño de la aldea





JOSE , EL NIÑO DE LA ALDEA

Había una vez, en una aldea pequeña, un niño que se llamaba José , era un niño obediente y bueno, ayudaba mucho a su mamá en todos los quehaceres de la casa, y no solamente eso sino que todos los días salía a trabajar vendiendo unos dulces que su mamá preparaba. El resto del día lo dedicaba a ayudar a los demás, sobre todo a los más pobres, a cuidar de los animales, y raras veces hacía nada para sí mismo .


Una tarde al regresar de vender los dulces, un malandrín lo estaba esperando escondido detrás de un árbol y sin pensarlo dos veces le quitó el poco dinero que llevaba de la venta y emprendió una veloz carrera. José trató de evitar el robo, pero nada pudo hacer. Muy triste se sentó en el camino y se puso a llorar ya no tendrían dinero para la comida del día siguiente.

Estando ya mas calmado se disponía a regresar a su casa cuando vio una moneda en el suelo que seguramente se había caído en el forcejeo , la recogió y se disponía a guardarla cuando pasó un niño muy pobre que pedía limosna y se la dio sin pensarlo dos veces. El niño, tenía su cuerpo cubierto de harapos pero se le veía feliz , era un ángel que le agradeció y le dijo: sé quien eres tú : te llamas José y vives con tu madre en la aldea vecina, he visto lo que te ha pasado y lo triste que estás, y como se como ayudas a tu madre, lo generoso que eres y todo lo que haces por los demás, te voy a premiar con algo muy valioso que se llama LA FELICIDAD . “Vivimos en un mundo en que no todas las buenas acciones son recompensadas pero de ahora en adelante tu serás una persona feliz, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, no hay nada mas bello que eso. Te ganarás el cariño de todos y serás el orgullo de tu madre. "Toma estas monedas que he recolectado durante el dia y entrégaselas a tu madre.

El niño desde ese momento se sintió feliz, había empezado a conocer y a percibir el amor de los demás y ya no se sentíría triste nunca mas.

Pasó el tiempo y se convirtió en un joven guapo y bueno y se casó con una joven linda y buena también, y vivieron muy felices. Y colorin colorado este cuento ha terminado.
(Maria Luz Novoa)


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jueves, 4 de febrero de 2010

Cuento: A miles de kilómetros de Alfredo Gómez Cerdá


A MILES DE KILOMETROS



José tenía doce años y trabajaba doce horas al día. No quería cumplir más años por si al patrón se le ocurría aumentarle también la jornada. A pesar de eso, era una suerte, pues solo los niños más afortunados de su barrio conseguían un trabajo, como él. El resto, vivía en la calle y de la calle. Un día, José se encontró un pequeño cofre de madera. Estaba muy viejo y su cerradura de hierro, roñosa. Desde luego, no servía para nada. Intentó abrirlo varias veces, pero no lo consiguió. La tapa parecía literalmente soldada al resto. Cansado de forcejear con él, lo guardó junto a sus pocas pertenencias, pensando que le serviría para hacer astillas con las que prender el fogón, y se echó a dormir.

A miles de kilómetros de donde José vivía, Santiago salió de un moderno edificio. Antes de entrar en el lujoso coche que le estaba esperando en la puerta, con el chofer haciéndole una reverencia, volvió la cabeza y sonrió satisfecho. Aquel edificio era la sede central de su empresa, que ya estaba extendida por todo el planeta. Por eso, Santiago era una de los hombres más ricos del mundo. Antes de entrar en el coche, junto al bordillo de la acera, vio algo que brillaba. Aunque no acostumbraba a hacerlo, se agachó y recogió un objeto. Ya en el coche, lo estuvo observando con detenimiento. Se trataba de una llave de oro. Se preguntó qué podría abrir aquella llave; sin duda, tendría que ser algo muy valioso. Pero como no encontraba una respuesta, se guardó aquella llave en el bolsillo de su americana, apoyó la cabeza en el respaldo mullido del asiento y se quedó dormido…

…Tenía un largo camino por delante de miles de kilómetros y necesitaba estar descansado. Su edad era también de doce años, al igual que José, pero sólo trabajaba dos horas escasas al día. Se dirigía hacia un pobre barrio, por motivos de trabajo. José se había enterado de que iba a visitar su barrio Santiago el consejero. Santiago era un niño rico, sin dificultades en la vida y del que decían que tenía respuesta a todo. Pero José no se creía esto último y, para demostrar que era un estafador, decidió preguntarle algo que nunca podría responder, así que cogió su cofre y se dirigió al edificio más moderno del barrio, la empresa de Santiago.

Santiago llegó a su lujoso despacho y se acomodó en el sillón. Sabía que en ese tipo de barrios tan lúgubres, los niños, andrajosos y sucios, entraban en su tienda pero no compraban nada, sino que le pedían consejo. Casi al caer la tarde llegó uno de esos niños con un viejo cofre en la mano. - ¿Puedes abrir esto?- Preguntó José sin andarse con rodeos. Santiago estuvo a punto de decirle que no pero, para sorpresa de José, se sacó una llave del bolsillo y la insertó en la cerradura. El pequeño cofre se abrió mostrando un espejito de oro, que reflejaba por las dos caras. José se miro en una y se vio todo despeinado, sucio y con la ropa echa jirones; Santiago se miró en la otra cara y se vio limpio, bien arreglado y con su chaqueta más cara. De repente, al estar los dos reflejados, José entendió el mundo de Santiago, que era más duro de lo que el pensaba y Santiago entendió a José, que era feliz a pesar de su pobreza. Y así, los dos se hicieron muy amigos, y los miles de kilómetros que les separaban se convirtieron en unos escasos centímetros".
Cuentos infantiles, niños,

jueves, 31 de diciembre de 2009

Cuento para niños :La nube avariciosa



De Pedro Pablo Sacristán




LA NUBE AVARICIOSA



Érase una vez una nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más grande nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería.

Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.
La nube comprendió entonces su error, y que su avaricia y egoísmo serían la causa de su desaparición, pero justo antes de evaporarse, cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón, apareció una suave brisa. La nube era tan pequeña y pesaba tan poco, que el viento la llevó consigo mucho tiempo hasta llegar a un país lejano, precioso, donde volvió a recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta, pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoiris del mundo.
Cuentos infantiles, cuentos para niños, nubes,

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