sábado, 28 de junio de 2014

Cuento del Flautista de Hamelin



Esta historia sirve para transmitir la honradez y el cumplimiento de palabra un cuento muy bueno  





Había una vez una ciudad rica y próspera  llamada Hamelin, vivian genete honesta  y tranquila hasta que un dia sucedió algo terrible que llamó la atención:
La ciudad de Hamelin siempre había tenido ratas, y bastantes, pero nunca habían sido un peligro, pues los gatos cuidaban de ellas: cazándolas. Pero de pronto, las ratas comenzaron a multiplicarse.
 Una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.
Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, que se hicieron  dueños de la ciudadque hasta los mismos gatos huían asustados.Ante la gravedad de la situación, los alcaldes de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados.Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los alcaldes de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".Y dicho esto, los orondos alcaldes del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico.Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista.Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.




viernes, 20 de junio de 2014

Antiguas poesías para niños

Hay muchas poesías para niños que son unas obras de arte y que han sido hechas por diversos autores de una gran sencibilidad.
Ha continuación les voy a contar dos que me han gustado mucho y que estoy segura que a ustedes también.   La primera se llama:



EL NIDO

Mira el árbol que a los cielos
sus ramas eleva erguido;
en ellas columpia un nido
en que duermen tres polluelos.

Son hijos e un ruiseñor
que en la tarde sosegada,
en la noche, en la alborada,
les canta endechas de amor.

Ellos forman su tesoro
y en el ramaje sombrío 
responde a su pío, pío,
cual diciendo:_ Los adoro.

Quien lkos vce se maravilla;
aire y luz les da el espacio
y viven en un palacio
de esparto, plumón y arcilla.

Un rapazuelo atrevido,
destructor, inquieto y malo
ató una escarpia en un palo
para derribar el nido.

Ya la alzaba con sus manos
cuando, enternecido pecho
le gritó: - Piensa en el lecho
en que duermen tus hermanos.

Piénsalo un instante y dí:
¿qué hiciera yo, qué esperara,
si un ladrón así matara
a tus hermanos y a tí?

Volvió el rostro con enojos
y halló a su madre el rapaz
que, con tristeza en la faz
y un mar de llanto en los ojos.

-Deja tales desvaríos -
-le dice,- los seres buenos
cuidan los hijos ajenos
como yo cuido  a los mios.

Ese nido es un hogar
no lo rompas, no lo hieras,
sé bueno y deja a las fieras
el vil placer de matar .

(Por Juan de Dios Peza)



LAS GALLINAS

Tengo tres gallinas
de color carbón
todas con pollitos
que son un primor

Van con los pollitos
me pongo a contar
y siempre me sale
la cuenta cabal.

Dos y dos son cuatro,
cuatro y  seis son diez
diez y dos son doce
y once veintitrés

(Autor anónimo)

miércoles, 11 de junio de 2014

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