martes, 3 de junio de 2014

El cuento para niños de Hansel y Gretel






Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer,   llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer:
- ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda?
- Se me ocurre una cosa -respondió la madrasta .Mañana, de madrugada,  . Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos.
- ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras.
- ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió
-. Pero me dan mucha lástima -decía.
Los dos hermanitos,  oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel:
- ¡Ahora sí que estamos perdidos!
No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, 
Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo.
A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños:
- ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-.
Y, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre:
- Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, pon atención y camina
- Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adios
- Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea.
Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre:
- Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío.
Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer:
- Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.
Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos.
Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo:
- ¿Cómo saldremos del bosque?
Pero Hänsel la consoló:
- Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino.
Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó:
- ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver!
El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado. Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido:
- Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros.
Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: «Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado». Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla:
- No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.
A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo.
- Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas!
- Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós.
- ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea.
Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino. La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo:
- Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos.
A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole:
- Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta.
Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel:
- Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron.
Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.
Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre.
Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar.
- ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es.
Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior: «¿Será acaso la ratita la que roe mi casita?» Pero los niños respondieron: «Es el viento, es el viento que sopla violento». Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos.
Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo:
- Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño.
Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo. La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: «¡Míos son; éstos no se me escapan!».
Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: «¡Serán un buen bocado!». Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole:
- Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré.
Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja. Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía:
- Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo.
Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo:
- Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré.
¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! «¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!».
- ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte.
Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego.
- Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -.
Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas.
- Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja.
Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo:
- No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar?
- ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno.
Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente. Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos!
Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas.
- ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos.
Y dijo Gretel:
- También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería.
- Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -.
A unas dos horas de andar llegaron a un gran río
.
- No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela.
- Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.
Y gritó: «Patito, buen patito mío Hänsel y Gretel han llegado al río. No hay ningún puente por donde pasar; ¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?». Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo.
- No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro.
Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

lunes, 5 de mayo de 2014

La abuela se vuelve terrorífica y cuenta el escalofriante cuento de muertos:" Deja a los muertos en paz"

! Si te asustas no lo leas¡


 Deja a los muertos en paz (Laβ die Toten Ruhn)  traducido algunas veces como: No desperteis a los muertos- es un cuento de vampiros del escritor alemán Ernst Raupach, publicado en 1823 en la revista de Leipzig: Minerva
Deja a los muertos en paz.
Laβ die Toten Ruhn; Ernst Raupach (1784-1852)

Walter suspiraba dolorosamente por el fallecimiento de su amada esposa Brunilda. Era medianoche y estaba junto a su tumba, en la hora en que el espíritu que brama en las tempestades lanza sus malditas legiones de monstruos. Se lamenta todas las noches junto a la cripta, balo los árboles helados, reclinando la cabeza sobre la lápida de su esposa.

Walter era un poderoso caballero de Burgundia. Se había casado con Brunilda en su juventud, cuando los dos se amaban con locura, pero la muerte se la arrebató de los brazos, y sufría todavía a pesar de que se casó otra vez con una bella mujer llamada Swanhilde, rubia, de ojos verdes y un tono rosado en las mejillas, que le había dado un varón y una niña y que era todo lo contrario de la esposa muerta.

Walter no hallaba reposo, seguía amando a Brunilda y deseaba con toda su alma tenerla junto a él. Constantemente comparaba a su esposa viva con la muerta. Swanhilde notaba el cambio en su esposo y se esmeraba por atenderlo; pero de nada servía, ya que la obsesión de Walter era tener a Brunilda otra vez, y esa idea fija, constante, se había apoderado de su alma. Todas las noches visitaba la tumba de su hermosa esposa y le preguntaba con tristeza:

-¿Dormirás eternamente?

Ahí estaba Walter, acostado sobre la tumba. Era medianoche, cuando un hechicero de las montañas entró al cementerio para recoger las hierbas que sólo crecen en las tumbas y que están dotadas de un terrible poder. Se acercó a aquella en que Walter lloraba y le preguntó:

-¿Por qué, infeliz, te atormentas así? No debes lamentarte por los muertos, pues tu también morirás algún día. Al llorar por ellos no los dejas descansar.
-El amor es la fuerza más grande que hay en el universo y yo amaba a la que aquí está pudriéndose. Quisiera que regresara conmigo. -le respondió Walter con pena y necedad.
-¿Crees que va a despertar con tus lamentos? ¿No vez que perturbas su calma?
-¡Vete, anciano, tu no conoces el amor! ¡Si yo pudiera abrir con mis manos la tierra y devolverle la vida a mi querida Brunilda, lo haría a cualquier precio! -le gritó Walter.
-Ignorante, no sabes lo que dices, te estremecerías de horror ante la resucitada. ¿Piensas que el tiempo no degrada los cuerpos? Tu amor se convertiria en odio.
-Antes se caerían las estrellas del cielo. Yo reventaría mis músculos y mis huesos si ella resucitara; jamás podría odiarla.
-Hablas con el corazón caliente y la cabeza hirviendo. No quiero desafiarte a devolvértela: pronto te darías cuenta de que no miento -dijo el anciano.
-¿Resucitarla? -Gritó Walter, arrojándose a los pues del mago- Si eres capaz de tal maravilla, ¡hazlo!, hazlo por estas lágrimas, por el amor que ya casi no vive sobre la Tierra. Harías la mejor obra de bien en tu vida.
-Calma, si decides que así sea, regresa a medianoche; pero, te lo advierto: ¡Deja a los muertos en paz!

Walter regresó a su casa, pero no pudo conciliar el sueño. Al día siguiente, justo a medianoche, esperaba al hechicero junto a la tumba.

-¿Haz considerado lo que te dije? -Le pregunto el anciano.
-Si, lo he pensado. Devuélveme a la dueña de mi corazón, te lo suplico. Podría morir esta noche si no cumples tu promesa.
-Bien -Le dijo el viejo- sigue recapacitando y regresa aquí mañana a medianoche. Te daré lo que tu pides, sólo recuerda algo: ¡Deja a los muertos en paz!

A la noche siguiente apareció el hechicero y dijo:

-Espero que hayas pensado bien la situación. Regresar a un muerto a la vida no es cosa de juego. Esta será la última vez que te lo diga: ¡Deja a los muertos en paz!
-¡Basta, mi amada no tendrá paz en esa tumba helada, tienes que regresármela, me lo haz prometido! -le gritó Walter lleno de ansiedad.
-¡Recapacítalo, no podrás separarte de ella hasta la muerte, aunque la repugnancia y el odio se apoderen de tu corazón! Solo habría un medio espantoso de lograrlo y no creo que tu quieras oír hablar de eso.
-¡Anciano imbécil, devuélveme a Brunhilda! ¿Cómo podría odiar lo que más he amado? -aulló Walter con desesperación.
-Está bien. Puesto que así lo quieres, ¡sea!¡retrocede!

El hechicero dibujó un círculo alrededor de la tumba y una tempestad se desató. Alzó los brazos al cielo y comenzó a gritar frases en una lengua que no era humana. Los búhos comenzaron a volar de los árboles. Las estrellas se ocultaron detrás de las nubes. La lápida que cubría la tumba comenzó a moverse y se abrió paso hacia la superficie. En el hoyo, el anciano tiró varias hierbas mientras seguía murmurando con los ojos en blanco. Un viento rápido y helado salió del sepulcro al mismo tiempo que cientos de gusanos escalaban la tierra. De pronto las nubes se apartaron y la luna bañó la sepultura vacía. Sobre ella, el hechicero vertió sangre fresca contenida en una calavera y exclamó:

-Bebe, tú que duermes, bebe esta sangre caliente para que tu corazón pueda latir otra vez.

Como volcán que hace erupción, se levantó Brunilda, empujada por una fuerza invisible, de la noche eterna en la que estaba sepultada. Tenía el pelo negro como la tormenta, ojos azules y una piel muy blanca. El anciano hechicero la tomó de la mano y la llevó hasta Walter.

-Recibe otra vez a la que amas. ¡Espero que nunca vuelvas a necesitar mi ayuda! De ser así, me encontrarás en las noches de luna llena en las montañas, donde los caminos se cruzan -diciendo esto, se alejó con paso lento.
-¡Walter! -exclamó Brunilda- llévame pronto al castillo en las montañas.

Walter saltó sobre el caballo y, tomando a su amada, galopó en dirección a las montañas solitarias, donde tenía un castillo oculto. Ahí había vivido con Brunilda. Sólo el viejo criado los vio llegar. Fue amenazado de inmediato por el patrón, quien le ordenó guardar silencio.

-Aquí estaremos bien -dijo Brunilda -hasta que mis ojos puedan ver la luz nuevamente.

Mientras residían en el castillo, los pocos criados ignoraban por completo que su antigua ama hubiera resucitado. Sólo el viejo sirviente sabía la verdad y era el que les llevaba agua y la comida. Los primeros siete días vivieron a la luz de las velas, con todas las cortinas cerradas; los siguientes siete se abrieron las ventanas más altas, de modo que sólo entraba la tenue claridad del amanecer o del anochecer. Walter nunca se apartaba de su querida Brunilda. No obstante, sentía un escalofrío que le impedia tocarla y no sabía por qué, pero tan grande era su amor que no le importaba. Estaba seguro de que esto era mejor que el pasado. Su esposa era aún mas bella que cuando estaba viva la primera vez, su voz era más dulce, sus palabras fluían con emoción y toda ella lo fascinaba hasta la locura.

Brunilda constantemente hablaba de los amores que habían tenido en el pasado, haciendo a Walter emocionantes promesas que pronto realizarían. Su amor sería el amor más grande que hubiera conocido el mundo. Así embriagaba a su amado de esperanzas para el futuro. Sólo cuando hablaba del cariño que sentía por él, dejaba aparecer la parte terrenal; de otro modo discutía sin cesar de asuntos espirituales, eternos y proféticos.

Todos los días dormían juntos. Walter sentía la necesidad de enamorar a su esposa, compenetrarse con ella como lo hacía antes, pero Brunilda se apartaba bruscamente de la cama y le explicaba:

-Así no querido. ¿Cómo podría yo, que he regresado de la muerte, para estar contigo, ser tu amante mientras tienes una sucia mujer que se hace llamar tu esposa?

Walter había enloquecido y estaba dispuesto a todo. Un día, arrebatado por la pasión, abandonó el castillo y cabalgó con furia por entre los bosques y las montañas hasta que llegó a su casa, donde su esposa Swanhilde lo recibió con cariños y palabras bellas, al igual que sus hijos. Pero nada pudo calmarlo ni reprimir su cólera. Expuso a su esposa que lo mejor era que se separaran para que cada quien pensara las cosas con calma y vieran si realmente se querían o no. Swanhilde, llena de comprensión, le dijo que estaba bien.

Al otro día, Walter había conseguido el acta de separación que decía que ella debería regresar a casa de sus padres. Los niños se quedarían en el castillo. Entonces Swanhilde le dijo:

-Sospecho que me dejas por el amor de Brunilda, a quien no puedes olvidar. Te he visto ir al cementerio y rondar su tumba. ¿No me digas Walter, que has osado juntar a los vivos con los muertos? ¡Eso causaría tu destrucción!

Walter recordó que lo mismo le había sentenciado el hechicero, pero no lo tomó en cuenta. Hizo redecorar el palacio al gusto de la nueva dueña. La resucitada ingresó por segunda vez a su mansión como esposa. Walter les dijo a todos los criados del palacio que era una nueva novia que había traído de tierras lejanas, pero los habitantes del castillo veían el extraño parecido que había entre la señora y su antigua ama Brunilda. Sus almas se llenaron de espanto, pues esperaban lo peor y, entre la servidumbre, corría el rumor de que su amo había desenterrado a la antigua esposa de su tumba y con poderes mágicos la había hecho vivir nuevamente.

La nueva ama nunca llevaba otro vestido que no fuera su túnica gris pálido, no usaba joyas de oro como las grandes señoras, sino turbias alhajas de plata de manera de cinturón y aretes; opacas perlas cubrían su pecho. Brunilda sólo salía en los atardeceres e impuso mano dura a todos los criados que la rodeaban. Era una mujer cruel que castigaba sin pretexto y por placer. Tenía el poder de la vida o la muerte sobre ellos.

En otro tiempo el castillo estuvo poblado de alegría, pero ahora sus moradores tenían la cara demacrada por el temor; se estremecían cada vez que se cruzaban con Brunilda. Muchos criados cayeron enfermos y murieron. Aquellos que la veían a los ojos se convertían en esclavos de sus caprichos. La mayoría intentó huir del castillo. Sólo algunos eran conservados con vida, los ancianos.

Los poderes que el hechicero había dado a Brunilda con el alimento humano había recompuesto su cuerpo corrupto. Sólo una bebida mágica podía conservarla con vida, una opción maldita: sangre humana, bebida aún caliente de venas jóvenes.

Ya deseaba comenzar a beber esa sangre, la de Walter, pero tenía que esperar hasta que fuera la noche de luna llena. Una tarde, repleta de ansiedad, vagaba por el bosque y se encontró con un pequeño niño de cachetes rosados. Lo atrajo hacia ella con caricias y regalos y lo llevó a una estancia apartada de la vista humana para succionar la sangre de su pecho. Después de esa indigna acción, ya nadie estuvo a salvo de sus ataques. Todo humano que se acercaba a ella era narcotizado con la fragancia de su aliento. Niños, jóvenes y doncellas se marchitaban como flores. Los padres resentían horror ante aquella plaga que hacía estragos en la vida de sus hijos.

Pronto empezaron a circular rumores. Se creía que ella era la causante de la peste mortífera, pero en las víctimas no había huella alguna que la incriminara y nadie la había visto haciendo esas aberraciones. Entonces el remedio radical: los padres abandonaron el pueblo, dejando sus casas vacías y las tierras sin trabajar. El castillo quedó desolado y el pueblo también, sólo permanecieron los ancianos decrépitos y sus esposas.

El único que no veía la muerte a su alrededor era Walter. Estaba entregado a su pasión, por sobre todas las cosas, por Brunilda, quien lo amaba con una ternura que nunca antes había mostrado. Hasta ahora no había necesitado de su sangre; pero ella no dejaba de advertir con pesadez que sus fuentes de vida se agotaban; pronto ya no habría sangre fresca y joven, excepto la de Walter y sus hijos. Al regresar al castillo, Brunilda había sentido el rechazo por los hijos de una extraña y los había dejado relegados a los cuidados de una sirvienta vieja. Pero la necesidad hizo que pronto se ganara el amor de los niños; los dejaba dormirse en su pecho, les contaba historias, jugaba con ellos y los adormecía con la mirada y el aliento.

Lentamente iba extrayendo de los infantes el flujo vital que la mantenía viva y hermosa. Poco a poco las fuerzas de los chiquillos fueron desapareciendo, sus risas alegres se habían transformado en débiles sonrisas. Las nodrizas estaban preocupadas y temían que todos los rumores fueran verdad. No se atrevían a decirle nada a su patrón. El varoncito murió primero. Después su hermanita lo acompañó a la tumba. Walter se llenó de pena por la muerte de sus hijos y su tristeza disgustó fuertemente a Brunilda, que lo regañaba:

-¿Por qué lamentarse tanto? ¡Seguramente te recuerdan a su madre! ¿O ya estás harto de mí? -le decía la hermosa mujer con los ojos inyectados de odio.

Walter era un esclavo. Perdonó las ofensas de su esposa y le pidió disculpas. Pronto volvían a vivir en la locura del amor de la muerte. Con todo, sólo quedaban él para saciar la sed de aquella bestia infernal. Las criadas eran demasiado viejas y su sangre no servía. Brunilda lo sabía y no le importaba, pues pensaba que al morir Walter, conquistaría a otros hombres e irían a nuevos pueblos en búsqueda de sangre jóven.

En las noches, cuando dormía profundamente narcotizado, ella adhería los colmillos a su pecho. Walter resentía la falta de sangre y salía a dar largos paseos por la montaña buscando reponer su salud. Atribuía su debilidad a la falta de alimentación; nada sospechaba. Un día estaba tumbado a la sombra de un árbol y un raro pájaro pasó volando, dejando caer una raíz seca, rosácea, a sus pies. Tenía un aroma delicioso e irresistible. La masticó y sintió que su boca se llenaba de hiel amarga, entonces arrojó lejos la raíz que pudo haberlo salvado del hechizo en el que lo sumía su esposa.

Esa misma tarde, Walter regresó al castillo. El mágico perfume de Brunilda no surtió efecto alguno sobre el hombre y por primera vez en muchos meses durmió un sueño natural. Comenzó a sentir un agudo dolor en el pecho, abrió los ojos y vio la imagen más horrible y aterradora de su vida: los labios de Brunilda succionando la sangre caliente que salía de su pecho. Gritó con horror y Brunilda se apartó con la sangre escurriéndole por la boca.

-¡Demonio! ¿Así es como me amas? -rugió Walter.
-Te amo como aman los muertos -respondió con frialdad la mujer.
-Sangriento monstruo, ahora lo comprendo. Tú mataste a mis hijos, tú eres esa peste de la que hablaba el pueblo.
-Yo no los he asesinado. Tuve que sacrificar sus vidas para satisfacer tus placeres. ¡Tu eres el asesino! -gritó Brunilda con los ojos helados.

Las sombras amenazadoras de todos los muertos fueron convocadas ante los ojos de Walter por las terribles y verdaderas palabras de Brunilda.

-Querías amar a una muerta, acostarte con ella. ¿Que esperabas?
-Maldita! -gritó y echó a correr fuera del cuarto mientras se maldecía.

Al amanecer, Walter despertó en los brazos de Brunilda. Una larga cabellera negra envolvía su cuerpo, la fragancia de su aliento lo condenaba al estupor. Enseguida se olvidó de todo y se dedicó al placer con la muerta en vida. Cuando el efecto del hechizo pasó, el terror era diez veces más fuerte. Como era de día, Brunilda dormía. El hombre se refugió en las montañas, lejos de la vampiresa. ¡Pero era en vano! Cuando despertó, estaba en brazos de Brunilda, comprendiendo que asi seria para siempre.

Sin embargo, intentaba huir todos los días, luchando contra la muerte. Walter se refugió en uno de los rincones mas oscuros del bosque, donde la luz nunca llega. Escaló una roca mientras llovía intensamente y las nubes le enseñaban las caras de las víctimas de su esposa. En ese instante la luna emergió de las altas montañas y aquella visión le recordó al hechicero. Se dirigió con decisión a aquel lugar donde se juntan los caminos; no estaba lejos. Cuando llegó, encontró al anciano sentado en una roca, lleno de paz. Walter le gritó, tirándose al piso:

-¡Sálvame, por piedad, sálvame de ese monstruo que sólo sabe sembrar la muerte!
-¿Comprendes ahora cuán importante era mi advertencia de dejar a los muertos descansar? -le dijo el anciano.
-¿Por qué no impusiste ante mis ojos todos los horrores que iban a suceder, todos los asesinatos y la maldad que estaban desencadenando? -preguntó Walter, sollozando.
-¿Es que acaso escuchabas algo que no fuera tu propia voz, tu pasión desmedida?
-Es verdad. Pero ahora te pido, por lo que más quieras, que me ayudes -suplicaba Walter agonizando.
-Bien, te voy a decir lo que debes hacer. Es terrible. Sólo en las noches de luna llena duerme un vampiro el sueño humano. En ese momento pierde todos sus poderes y esa noche... ¡deberás matarla!.Lo harás con una afilada estaca que yo mismo te daré. Renunciarás para siempre a ella, jurando al cielo no volver a invocar su recuerdo ni mencionar su nombre o, de lo contrario, la maldición se repetirá, ¿esta claro? -preguntó el anciano hablando con autoridad.
-Lo haré, noble hechicero, haré todo lo que tú me digas para librarme de ese monstruo, pero ¿cuando sera luna llena?
-Faltan 15 días.
-¡Oh, imposible! Sus poderes me arrastraran hasta ella y me matará.
-Te esconderé en esta cueva, aquí te quedarás los quince días. En este tiempo tendrás techo y comida; por ningún motivo debes asomarte fuera de aquí. Yo volveré la noche de luna llena.

Pasó Walter el tiempo convenido en la cueva, sin moverse de su sitio, pues el inmenso temor que sentía paralizaba sus miembros. Todas las noches se le aparecía Brunilda como en sueños llamándolo por su nombre, prometiéndole que todo iba a cambiar, pidiéndole que regresara. De ese modo lo abrumaba, sumiendo a Walter en la locura. Hasta que por fin llegó la luna nueva. El hechicero entró en la caverna alumbrado por el astro y tomó a Walter por el brazo. Se dirigieron caminando al castillo en medio de la noche. Todas las puertas del palacio se abrían sin necesidad de tocarlas, tal era la magia del hechicero. Llegaron al aposento de Brunilda. Dormía, bella, hermosa, con un sueño ligero. ¿Quién podria pensar que aquella adorable criatura era un pavoroso vampiro?

Walter tenía los ojos llenos de amor. Levantó la estaca sobre su cabeza y, asestando un golpe tremendo, la hundió en el pecho de la vampira hasta atravesarla por completo, mientras le gritaba:

-¡Te condeno para siempre!
Brunilda alcanzó a abrir los ojos y decirle a Walter.
-Conmigo te condenas.

El hombre colocó su mano sobre el pecho de la mujer pronunciando el juramento que le había dicho el anciano:
-Jamás evocaré tu amor, jamás pronunciaré tu nombre... te condeno.
-Muy bien -le dijo el hechicero -todo ha terminado. Ahora debemos devolverla a donde pertenece y de donde no debió haber salido. Nunca olvides tu juramento. No volverás a verme jamás -y diciendo esto, desapareció de improviso ante los ojos del hombre.

La espantosa difunta estaba otra vez en su tumba, pero su imagen perseguía a Walter sin descanso, convirtiendo su vida en un eterno combate. La muerta le decía todo el tiempo:

-¿Perturbaste mi sueño eterno para asesinarme?

Walter siempre debía responderle: "Te condeno para siempre". Pero la imagen no se iba y aquel juramento estaba todo el tiempo sobre sus labios. Vivía afligido por el miedo de despertar un día y verse en brazos de la vampira. Además de esto, las imágenes de las víctimas de Brunilda se le aparecían gritándole:

-¡Conmigo te condenas!

El castillo de Walter estaba desierto y en ruinas, como si la guerra y la peste hubieran pasado por ahí. En medio de su soledad, quiso pedir perdón a Swanhilde y regresar con ella, pero la bella dama sabía que sus hijos habían muerto y lo despreciaba con rencor. Así, Walter solo como un perro, vagaba día y noche por los alrededores del castilllo.

Una mañana vio pasar a varios jinetes cabalgando. A la cabeza iba una bella mujer montada en un caballo negro y detrás de ella venían con alegría damas y caballeros. Walter los llamó y, después de saludarlos con agrado, los invito a comer al castillo. Aceptaron gustosos. Parecía que la vida había regresado al palacio. Todo era júbilo y gozo. Walter insistió en que se quedaran con él una semana; ya había contratado un nuevo ejército de criados que cuidaban todos los caprichos de cada invitado, e igualmente no dudaron en decirle que sí. Walter sentía tanta confianza por la mujer del caballo negro, que le había contado su historia y la de Brunilda. Ella lo consoló con toda clase de palabras y frases de afecto. Así transcurrieron los días, hasta que le pidió a la extraña que se casara con él. Ella accedió de inmediato y siete días después celebró la boda con una gran fiesta, que duró cuatro días con sus noches.

El castillo se vio envuelto en un salvaje desenfreno de alcohol y lujuria. Parecía que el demonio mismo asistía a aquella celebración. Walter condujo a su mujer al cuarto. Cuando la recostó sobre la cama, ella transformó sus brazos en una gigantesca serpiente que con sus siete anillos envolvió el cuerpo del pobre hombre triturándole los huesos, al tiempo que comenzaba el fuego en la habitación.

Pronto quedó en llamas, la torre del castilllo se desmoronó sepultando bajo sus escombros al agonizante Walter y, cuando estaba a punto de morir, una voz atronadora gritó:

¡Deja a los muertos en paz!


Ernst Raupach (1784-1852)

Si desean leer otros cuentos parecidos ir a http://losotrosvampiros.blogspot.com

martes, 29 de abril de 2014

Adivinanzas para niños que los ayudan a pensar






Los niños se entretienen con las adivinanzas, a continuación las presentamos algunas de ellas: Las respuestas están en la parte de abajo.
       -1-

Hermano y hermana son
y jamás juntos están:
cuando él viene, élla se marcha;
y si élla llega, él se va.








En rincones y entre ramas
mis redes voy construyendo,
para que moscas incautas,
en ellas vayan cayendo.













miércoles, 23 de abril de 2014

Poema para niños: El gato









             EL GATO 

Mi gato pequeño va siempre con sueño
y duerme de día,
acaso pensando, con gran alegría
en todas las ratas que va a manducar..

Se  tiende a la orilla
del fuego que brilla
y allí ronronea,
y, en tanto que el fuego brillante chispea,
el gato dormido se pone a roncar.

Después de algún rato,
miau, maiu, dice el gato.
Se lame el bigote
si escucha el chillido de algún pericote
que allí en la despensa corriendo pasó.

De noche, en acecho
está bien derecho
ni duerme ni chilla;
si pasa una rata, al tiro la pilla
le clava las garras y ¡zas!... ¡la mató!

(Antonio Bórquez Solaz)

    (Salvador Rueda)

jueves, 3 de abril de 2014

Poema recordado por la abuela: ROSAS BLANCAS

        



ROSAS BLANCAS

No cortes, niña, aquellas blancas rosas,
que si del tronco sin piedad las quitas,
tanto como hoy hermosas,
mañana, niña, las verás marchitas.

Cuídalas con empeño,
como cuida tu madre tu existencia,
como cuidan los angeles tus sueños,
tus sueños de inocencia...

Son ellas una imágen de la vida;
cada nueva ilusión desvanecida
es una rosa blanca
que  de nuestra alma el infortunio arranca.

(Josué Carducci.)

domingo, 30 de marzo de 2014

Versos de niños: La casa de mis muñecas




LA CASA DE MIS MUÑECAS

Mi casita de muñecas
parece una enfermería
¡Qué racha de enfermedades!
¡Cuànto gastar en botica!

Marilú tiene las piernas
cortadas por las rodillas.
El torpe de mi hermanito
no ve por donde patina...
y ayer...¡qué cosa más triste!:
la pisó a la pobrecita.

Dora, la de los ojos celestes
y,de melena retinta
-la melena, que era gloria
y orgullo de su mamita,
cayó en las garras del gato
mientras yo esta dormida,
y le dejó la cabeza
como una bocha, al mandinga.

Florcita.. Yo no me explico
lo que pasó con Florcita,
La puse ayer de mañana
debajo de la canilla,-
porque no es propio que tenga
la cara sucia una niña,
y estaba,de chocolate,
la pobre,que daba risa,
le dí jabón y cepillo,
la enjuagué con agua tibia...
Y estoy temiendo que el baño
le sentó mal a Florcita.

Perdió el brillo de los ojos,
el carmín de las mejillas...
Y aunque la metí en la cama,
con porrón y abrigadita,
sigue mi pobre muñeca
tristona y descolorida.

¡Las hijas!, ¡ ay,que trabajo,
Señor,que nos dan las hijas!
 ---------
(Alberto Larrán de Vere.)


    Nota: La casa de juguete para niños la pueden adquirir en Decoiluzión la tienda online que tiene de todo para sus niños y lo mejor todavía se los llevan a su casa.

domingo, 16 de marzo de 2014

Cuento para niños que enseña buena educación: "Los dos conjuros"







Había una vez un rey que daba risa. Parecía casi de mentira, porque por mucho que dijera "haced esto" o "haced lo otro", nadie le obedecía. Y como además era un rey pacífico y justo que no quería ni castigar ni encerrar a nadie en la cárcel, resultó que no tenía nada de autoridad, y por eso dio a un gran mago el extraño encargo de conseguir una poción para que le obedecieran.
El anciano, el más sabio de los hombres del reino, inventó mil hechizos y otras tantas pociones; y aunque obtuvo resultados tan interesantes como un caracol luchador o una hormiga bailarina , no consiguió encontrar la forma de que nadie obedeciera al rey. Se enteró del problema un joven, que se presentó rápido en palacio, enviando a decir al rey que él tenía la solución.
El rey apareció al momento, ilusionado, y el recién llegado le entregó dos pequeños trozos de pergamino, escritos con una increíble tinta de muchos colores. 



- Estos son los conjuros que he preparado para usted, alteza. Utilizad el primero antes de decir aquello que queráis que vuestro súbditos hagan, y el segundo cuando lo hayan terminado, de forma que una sonrisa os indique que siguen bajo vuestro poder. Hacedlo así, y el conjuro durará para siempre.
Todos estaban intrigados esperando oir los conjuros, el rey el que más. Antes de utilizarlos, los leyó varias veces para sí mismo, tratando de memorizarlos. Y entonces dijo, dirigiéndose a un sirviente que pasaba llevando un gran pavo entre sus brazos:
- Por favor, Apolonio, ven aquí y déjame ver ese estupendo pavo.
El bueno de Apolonio, sorprendido por la amabilidad del rey, a quien jamás había oído decir "por favor", se acercó, dejando al rey y a cuantos allí estaban sorprendidos de la eficacia del primer conjuro. El rey, tras mirar el pavo con poco interés, dijo:
- Gracias, Apolonio, puedes retirarte. 
Y el sirviente se alejó sonriendo. ¡Había funcionado! y además, ¡Apolonio seguía bajo su poder, tal y como había dicho el extraño!. El rey, agradecido, colmó al joven de riquezas, y éste decidió seguir su viaje.
Antes de marcharse, el anciano mago del reino se le acercó, preguntándole dónde había obtenido tan extraordinarios poderes mágicos, rogándole que los compartiera con él. Y el joven, que no era más que un inteligente profesor, le contó la verdad:
- Mi magia no reside en esos pergaminos sin valor que escribí al llegar aquí. La saqué de la escuela cuando era niño, cuando mi maestro repetía constantemente que educadamente y de buenas maneras, se podía conseguir todo. Y tenía razón. Tu buen rey sólo necesitaba buenos modales y algo de educación para conseguir todas las cosas justas que quería.
Y comprendiendo que tenía razón, aquella misma noche el mago se deshizo de todos sus aparatos y cachivaches mágicos, y los cambió por un buen libro de buenos modales, dispuesto a seguir educando a su brusco rey.

Autor..
Tomado de: Cuentos para dormir

lunes, 17 de febrero de 2014

Verso para niños LA MUÑECA





LA MUÑECA

Tengo una muñeca
vestida de azul
con  zapatos blancos 
y velo de tul

La llevé a pasear
y se me resfrió
la tengo en la cama
con un gran dolor.

Esta mañanita
me dijo el doctor
que le dé jarabe
con un tenedor

2 y 2 son 4
4 y 2 son 6
6 y 2 son 8
y 8 -16
y 8 - 24
 y 8- 32, 
ya verás muñeca 
como te curo yo.

(Anónimo)

domingo, 16 de febrero de 2014

Cuenta la abuela a sus nietos: "EL CIEGO"

La buelita a sus nietos cuenta esta linda poesía que sin querer a sus manos ha llegado y dice asíi:





            EL CIEGO

Mientras el perrillo, echado,
muerde el cordel que le amarra,
templa su bronca guitarra
el ciego desventurado.

Después de luchas prolijas
le arranca infernales notas,
que dos cuerdas tiene rotas 
y gastadas las clavijas.

Distintas músicas son
las del mísero instrumento,
y siempre es el mismo acento
siempre es igual la canción.

Que con famélico afán,
la guitarra vibradora
del ciego en las manos llora
cuando canta y grita: ¡pan!

Vistiendo negros crespones
 llega la noche sombría,
no tan negra ni tan fría
como están los corazones.

Se extingue todo ruido...
Solo en la calle ha quedado,
 y  a su guitarra abrazado
el ciego, al fin se ha dormido.

Si alguno,en su turbación
caminando con torpeza ,
en la guitarra tropieza,
se escucha una vibración;

que a los que vienen y van,
la guitarra, al ser herida,
grita con voz dolorida
rompiendo el silencio:   ¡pan!.

(de José de Velilla)

martes, 28 de enero de 2014

La tristeza de llegar a ser viejos








La vida moderna ha cambiado  mucho la manera de ser de las personas. Ojalá todo sea para bien pero en muchos casos no lo es .
Me refiero a algunos hijos mayores casados con padres ancianos.
 Debido a la competencia, a la mayor demanda de dinero, muchos de ellos trabajan más de la cuenta y ya no les da tiempo para atender o acordarse de sus padres ancianos, los visitan cuando pueden, no tienen tiempo para una llamada telefónica para preguntar como están, que necesitan.
Muchos padres ancianos   terminan siendo una carga para esos hijos, y son llevados a una Institución de caridad para que otros velen por ellos. Y a esos padres ancianos no les queda otra cosa que la resignación.
¿Es posible que estos “hijos”  no piensen que el tiempo pasa volando y que ellos también se harán viejos  y que  sentirán la misma tristeza de ver que ellos ya son un estorbo  para los hijos?.
¡Qué felices esos padres que tienen hijos que no piensan igual, que se preocupan por ellos, que los visitan, que los ayudan y los hacen sentir que no están solos.
 DIOS BENDIGA A ESOS BUENOS HIJOS.

martes, 14 de enero de 2014

Máquinas de coser de las abuelas

¡Qué tiempos los de las abuelas! Estoy segura que se vivía mejor, no había tanto adelanto pero a la vez no había tanta maldad. Era todo un acontecimiento tener una máquina de coser . Ahora con tanto adelanto, máquinas ultra modernas que hacen de todo, las antiguas máquinas de las abuelas de las abuelas que nos abrazan y cuidan desde el cielo o las de hoy que nos cuidan desde la tierra , han quedado para los coleccionistas. A continuación les enseñamos como eran esas máquinas:







sábado, 28 de diciembre de 2013

Adivinanzas de la abuela





Pienso y de pensar me vuelvo loca: ¿que parentezco me toca con la suegra de la mujer de mi hermano. ? ¿Usted lo sabe?.....

domingo, 15 de diciembre de 2013

¿ Qué regalaré a mis nietos esta Navidad?

Como ya tengo mucha edad para ir de tienda en tienda buscando el regalo apropiado para mis nietos, este año he pensado en algo mejor: hacer mis pedidos de regalos por internet y buscando he encontrado un sitio que la verdad he quedado encantada por todas las cosas lindas que tiene y sobre todo que  son de marca, de mucha garantía y que los pueden traer a casa, de esta manera no tengo  ni que moverme, solo escojo y ya. Esta tienda se llama Decoiluzion tienen maravillas , me han encantado unos hermosos cuadros para el dormitorio y tambien unas lindas muñecas, aunque hay tantas cosas que la verdad no se cual escoger. Ayúdenme ustedes por favor:











jueves, 12 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad para niños: "El viaje accidentado de Papa Noel en Navidad"






El Viaje Accidentado de Papa Noel en Navidad

Llegó la Navidad a un pueblito muy lejano. muy lejano  donde  vivían cientos de familias que tenían muchos hijos. Allí la vida era muy dura,  pues el pueblo  quedaba en las alturas, casi rozando las nubes, había mucho frío y allí  casi nunca salía el sol.
Los niños en la época escolar  tenían que  sufrir mucho para ir al colegio, pues no había carreteras y se tenían que transportar en burros, o muchos de ellos  lo hacían a pie levantándose muy temprano para llegar a la hora al colegio.
En ese pueblo había una familia que tenia 3 hijos uno de 8 años, otro  de 6 y la más pequeña de  2 años. El de 8 años se llamaba  José Miguel,  el  de 6 años se llamaba Daniel  y  la mas pequeña Ana Sofía.
Eran niños muy buenos y ayudaban mucho a sus padres en las tareas del hogar, Jose Miguel se encargaba de guardar las 6  cabras que tenían  a la  5 de la tarde, hora en la que enfriaba más el día. Estas cabritas les proporcionaban la leche  para alimentarse.
Daniel no se portaba muy bien pues no  ayudaba mucho a su mamá ni en las tareas de la casa  ni  en cuidar a Ana Sofía.
El papá llamado José  se levantaba muy temprano, a las 6 de la mañana, y se iba   a trabajar. Cortaba madera para poderla vender y así traer el sustento a la familia.
Los niños estaban muy esperanzados con la venida de la Navidad, José Miguel le pidió a Papa Noel  que le traiga  un camión de madera, que tenga un asiento donde podría ir sentado a su colegio jalado por un  burro, Daniel  pidió más, un automóvil donde el pudiera ir sentado manejando a su colegio,  una pelota de colores , 5 cuentos para leer,una bolsa de caramelos, unos zapatos nuevos de color marrón y un tambor.
Los días pasaron y llegó la noche de Navidad. Todos se acostaron muy temprano   a la espera de que Papa Noel trajera sus pedidos.
Mientras tanto, Papa Noel  que venia en su carruaje jalado por unos renos, tuvo un accidente; como por ese lugar había mucha neblina y mucha lluvia,  no vio una piedra muy grande y se estrelló golpeándose mucho. Pero eso no le preocupaba, lo que sentía era que su bolsa que cargaba en la espalda  tenía todas las cartas de los niños de ese pueblo, y todas que ya las tenia arregladas, se ensuciaron de barro y nieve y Papa Noel no sabia ahora a quien pertenecían los pedidos. Pero no se preocupó mucho por ello  pues tenia muy buena memoria, así que se dirigió al pueblo y empezó a repartir los juguetes que le habían pedido. De esa manera llegó a la casa de nuestros amiguitos y leyó las cartas y como el sabe todo, de cómo se portan los niños,  fue muy justo en repartir los juguetes. A José Miguel le puso a los pies de su cama lo que le había pedido, pero Daniel   no se merecía lo que le había pedido así que le dejó un baldecito, y a la hermanita una muñeca.
Cuando se fue Papa Noel, Daniel que no se había dormido, casi le da un patatús al ver que no le había traído lo que el había pedido, así que ni corto ni perezoso hizo algo que estaba muy mal, se fue al sitio donde dormía José Miguel y le cambio el regalo, es decir a este le dio el baldecito y el se agarró el camión de madera. Pero como  a Papa Noel no se le escapa nada vio lo que había hecho Daniel y  despertó a la mama y le contó todo lo que había pasado.
A la mañana siguiente los niños  enseñaron las cosas que les había dejado Papa Noel, José Miguel sorprendido del regalo no dijo nada y se contentó con el baldecito mientras que Daniel con una sonrisa temblorosa enseñó a la mamá el camión que según él decía le había dejado Papa Noel. La mamá que ya sabía esto, le dijo a Daniel: ¿Estás seguro que eso te ha puesto Papa Noel?  No me estás mintiendo? Yo lo se todo…
Daniel no tuvo otra cosa que decir la verdad y entregó el camión a su hermano y prometió nunca más hacer eso. 
Desde ese momento se empezó a portar muy bien, fue muy buen alumno, y al año siguiente pidió a Papa Noel el carrito que quería y esta vez si se cumplió su deseo
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Autor: Maria Luz Novoa



miércoles, 11 de diciembre de 2013

Adivinanzas para niños pequeños

Blanca por dentro, verde por fuera si quieres que te diga lo que es: espera

La pera

Tengo una larga melena
soy fuerte y muy veloz
Abro la boca muy grande
y doy miedo con mi voz    

ES: El león 


El roer es mi trabajo,
el queso mi aperitivo
y el gato ha sido siempre
mi mas temido enemigo
El ratón


domingo, 8 de diciembre de 2013

Un consejo para los niños inapetentes



Consejos para que los niños inapetentes coman toda la comida.






Les voy a contar algo que sin querer me ha dado muy buenos resultados. Un día tuve que quedarme  sola con mis nietas a la hora  del almuerzo y ellas de 5 y 7 años  son muy inapetentes y a sus papas no les gusta que yo intervenga y les de comer , cosa que me parece muy bien. Así  que usé la imaginación y les hice algo que me dio muy buen resultado y comieron toda la comida,  sin ayuda, ni diciéndoles ninguna palabra como: "coman, se enfria la comida, !no se entretengan etc., lo que hice fue algo muy sencillo:  cada vez que llenaban su cuchara con la comida y se lo llevaban a la boca; yo aplaudía muy seria y concentrada , y lo hacía cada vez que se llevaban la cuchara a la boca. Mis aplausos , sin decir palabra alguna, se intensificaban cuando veía que la cuchara iba llena a la boca y mis aplausos se hacían más débiles cuando llenaban poco la cuchara, y de esa manera  y en silencio comieron toda la comida. ( me valió la treta, )
Si ustedes tienen hijos inapetentes o se distraen mucho a la hora de comer, lo cual nos preocupa, prueben de hacer este pequeño sistema que me ha dado muy buenos resultados.Que tengan suerte.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Moraleja para los jóvenes: La aguja de oro




En una feria muy concurrida en una ciudad,  había mucha gente, hermosas tiendas ,  mucha alegría, diversos objetos  muy valiosos para la venta, etc..´
En esa feria había un lugar lleno de basura,: desperdicios acumulados que la gente solía tirar.

Allí había una viejita que no  se apartaba de ese sitio, mira que te mira, busca que te busca.

Un  joven que la había estado observando  se acercó a ella y le preguntó qué buscaba entre esa basura. La viejita le contestó que buscaba una aguja; lógicamente  el joven pensó que la viejita estaba loca y que no iba a encontrar su aguja en ese lugar.  

Poco a poco esta viejita llamó la atención de otras personas, quienes al enterarse que buscaba una simple aguja le dijeron porque no la compraba en una de las tiendas, total no costaba mucho,.  

Hasta que a la viejita se le ocurrió decir que la aguja que buscaba era de  oro muy valiosa, fue así que no tardó en  darse cuenta que habían muchas personas que la acompañaban  buscando  esa aguja de oro.

Entonces el joven preguntó por  aquí se le perdió la aguja?. No, respondió la anciana se me perdió en la casa…El joven se quedó muy sorprendido con lo que le dijo la anciana a lo que ella añadió: Es como ustedes los jóvenes  tienen la felicidad en la casa y la buscan fuera de ella  y no la encuentran.
  

jueves, 7 de noviembre de 2013

La canción de mi nieta Estefanía

Quiero compartir con ustedes y presentarles a mi nieta Estefanía, cantando una canción muy dificil de interpretar  con una voz muy dulce que me llega al corazón. Recién está empezando a cantar y lo hace muy bien ¿ verdad?


viernes, 11 de octubre de 2013

Miguel el Almirante Invencible - Un Cuento Basado en Hechos Reales




En plena guerra centrada en el Océano Pacífico, Miguel recibe para comandar un pequeño barco de guerra, en mal estado, con tripulación mal preparada, y provisto de armas obsoletas.

El barco de Miguel medía apenas 59,4 metros de largo, 10,6 metros de ancho, y 4,5 metros de profundidad. Sin duda, el barco de guerra más pequeño del mundo.

Recibida la orden de zarpar, sin pensarlo dos veces, Miguel se lanza a la mar y empieza a buscar naves enemigas, las que venían amenazando las costas de su país.

Con arrojo y valentía, Miguel empieza a tener una victoria tras otra, en una de ellas captura un gran barco transporte enemigo, que llevaba a los mejores oficiales y soldados del país enemigo. Respetó a todos.

Una característica remarcable de Miguel era salvar, no hacer daño, a las tripulaciones de los barcos atacados, y a los soldados enemigos capturados en barcos de transporte.

Las sucesivas derrotas de la armada enemiga, causaron desesperación y pánico en sus autoridades y el pueblo. ¿Como era posible que un pequeño barco, en mal estado, mal armado, y con tripulantes no preparados podía mantener en jaque a toda su moderna flota de grandes barcos de guerra? Hubo destituciones de políticos y militares en el país enemigo, una crisis total.   

Miguel seguía combatiendo a pesar de que su barco cada vez estaba peor, había bajado sensiblemente su velocidad, y el nivel y calidad de sus provisiones era insuficiente.

Enterado de esto el enemigo congrega a todos los grandes y modernos barcos de guerra de su marina, y bloquea la marcha del barco de Miguel, quien a pesar de su condición no paró de combatir.

Todos los barcos enemigos no pararon de disparar al pequeño barco de Miguel quien muere dando ordenes en el puente exterior de mando. Ya en ruinas el barco de Miguel seguía recibiendo disparos que acabaron por eliminar a casi todos sus oficiales y tripulantes.

El enemigo se comportó en forma totalmente opuesta a la forma magnánima como lo venía haciendo Miguel. Los comandantes y oficiales enemigos participantes en este ataque no tenían nada de hidalgos.

Pero, al final, pasando los años, el otrora enemigo, hoy mantiene a flote,  venera, y rinde honores a Miguel y su pequeño barco, anclado en uno de sus principales puertos.

Actualmente Miguel es conocido en todo el mundo como el Gran Almirante, el Caballero de los Mares.

Miguel resultó al final el gran triunfador. (hurtvillac)

lunes, 7 de octubre de 2013

La Increíble Historia de Manco Cápac


En un territorio extremadamente frío y árido, y ante el asombro de los pobladores emergen desde el lago más alto del mundo, un hombre y una mujer con figura de dioses.

Ellos se presentan ante la gente y les dan sus nombres: Manco Cápac él, y Mama Ocllo ella.  

Explican que llegan por mandato de Dios para guiarlos y conducirlos hacia una vida mejor.

Enseñan una vara de oro que Dios les había entregado como herramienta para descubrir el sitio donde debian instalarse y fundar la capital de un imperio. La vara debía hundirse fácilmente en el suelo cuando llegaran a la tierra de destino.

Manco Cápac y Mama Ocllo iniciaron su marcha con una gran cantidad de seguidores, pasó mucho tiempo y las pruebas de hundir la vara no ocurrían.

Cuando sus seguidores ya se estaban impacientando, por fin se hundió con suma facilidad la vara de oro, estaban en los que hoy es la ciudad del Cuzco.

En Cuzco, Manco Cápac funda el Imperio Inca, con el cual inicia procesos de educación, aplicación de nuevas tecnologías, construcciones de viviendas, sistemas de abastecimiento de agua, organización de ciudades, formación de ejércitos, trabajo técnico del campo etc. Llegando la prosperidad a la población.

Con el tiempo el Imperio Inca, se extendió a los territorios que hoy ocupan Perú, Bolivia, Ecuador, parte de Colombia, parte de Argentina, y parte de Chile.

En Sudamérica, llegaron a existír solamente el gran Imperio Inca en lo que se denominó el Tawantinsuyo, y en los demás territorios adonde no lllegaron los Incas, asentamientos de tribus salvajes cazadoras y recolectoras. (hurtvillac)

lunes, 20 de mayo de 2013

Consejos de vida representados por la mayonesa y el café





Cuando te sientas agobiado, cuando 24 horas al día no sean suficientes..
.
Recuerda el frasco de mayonesa y el café!

Un profesor en su clase de Filosofía, sin decir palabra, agarró un frasco grande y vacío de mayonesa y lo llenó con pelotas de golf.

Luego preguntó a sus estudiantes si el frasco estaba lleno y ellos estuvieron de acuerdo en decir que si.

De nuevo, sin decir nada, el profesor agarró una caja llena de canicas y la vació dentro del frasco de mayonesa.

Las canicas llenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf.

El profesor volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno y ellos volvieron a decir que si.

Luego...el profesor agarró una caja con arena y la vació dentro del frasco.

Por supuesto, la arena llenó todos los espacios vacíos, y el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno.

En esta ocasión los estudiantes respondieron con un 'si' unánime.

El profesor enseguida agregó 2 tazas de café al contenido del frasco y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían en esta ocasión. Cuando la risa se apagaba, el profesor dijo:

'QUIERO QUE SE DEN CUENTA QUE ESTE FRASCO REPRESENTA LA VIDA'.

Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, …

Son cosas que, aún si todo lo demás lo perdiéramos y solo éstas quedaran, nuestras vidas aún estarían llenas.

Las canicas son las otras cosas que importan, como el trabajo, la casa, el coche, etc.

La arena es todo lo demás… las pequeñas cosas.

'Si ponemos primero la arena en el frasco, no habría espacio para las canicas ni para las pelotas de golf.

Lo mismo ocurre con la vida'. Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes.

Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Juega con tus hijos, dedica tiempo a revisar tu salud, ve con tu pareja a cenar, practica tu deporte o afición favoritos, siempre quedará tiempo para limpiar la casa y reparar la llave del agua.

Ocúpate de las pelotas de golf primero, de las cosas que realmente importan.

Establece tus prioridades, el resto es solo arena…

Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó qué representaba el café..

El profesor sonrió y dijo:
'Que bueno que me hagas esta pregunta… Sólo es para demostrarles, que no importa cuan ocupada tu vida pueda parecer, siempre hay lugar para un par de tazas de café con un amigo.'

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